Creo que nunca veré un poema tan hermoso como un árbol. Un poema cuya boca hambrienta esté pegada al dulce seno fluyente de la tierra; un árbol que mira a Dios todo el día. Y alza sus brazos frondosos para rezar. Un árbol que en verano podría llevar un nido de petirrojos en sus cabellos; en cuyo pecho se ha recostado la nieve; quien vive íntimamente con la lluvia. Los poemas son hechos por personas como yo. Pero solo Dios puede hacer un árbol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario