Cavafis solía recurrir a la Antigüedad en su poesía mezclando el presente con los acontecimientos y mitos del pasado. En este caso, alude a la Odisea. Esta maravilla escrita por Homero hacia el siglo VIII a. C . narra las peripecias de Ulises para regresar a su casa, en la isla de Ítaca, tras la guerra de Troya. Después de 10 años de duros combates entre aqueos y troyanos, la ciudad de Troya ha caído gracias a una argucia de Ulises: un gran caballo de madera hueco, en cuyo interior se escondieron los aqueos para sorprender a los troyanos cuando introdujeran la estatua dentro de la ciudad.
Pero el regreso no iba a ser fácil. Maldecido por el cíclope Polifemo porque Ulises lo deja ciego para escapar de su apetito voraz, Ulises tarda otros 10 años en llegar a Ítaca, donde le espera su mujer Penélope acosada por una multitud de pretendientes, a los que rechaza diciéndoles que no se casará con ninguno hasta que no termine de coser una tela que teje durante el día y desteje durante la noche.
A lo largo de su periplo, a Ulises le suceden todo tipo de aventuras, como su encuentro con las sirenas, cuyo canto enloquece a los marineros que lo escuchan, o con los Lestrigones, un terrible pueblo de gigantes antropófagos, o con la hermosa bruja Circe. Pero al final consigue regresar a Ítaca y derrotar a los pretendientes de Penélope.
De esta manera, Cavafis recurre al viajero Ulises para proponernos que aprovechemos la vida ('carpe diem'), que disfrutemos de las cosas por el mero hecho de hacerlas. Lo importante no es llegar, sino estar viajando. Pero no podemos nunca olvidarnos de la meta, de Ítaca, porque esa es la razón del viaje. Los sueños son lo que da sentido al camino. El recorrido debe ser la celebración de la vida.
Quizá sea este uno de los problemas de la enseñanza en la actualidad. Estamos todos, autoridades académicas, profesores, alumnado y padres, más preocupados por los resultados, por el fin (llámese notas, informe PISA o similares) que por el placer de aprender y enseñar, disfrutando con la interacción entre el profesorado y los alumnos.
Buen propósito este para el año que pronto abrirá su escaparate de ilusiones y buenos deseos. Démosles una buena sacudida a las zapatillas con las que hemos recorrido el camino estos 365 días, y calcémonos las nuevas.
Hay muchas versiones diferentes de este mismo poema. Tal vez los traductores han hecho una trastada a la gramática de los versos, pero el sentido no varía un ápice en ninguna de sus formas.
Cuando salgas en el viaje, hacia Ítaca
desea que el camino sea largo,
pleno de aventuras, pleno de conocimientos.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al irritado Poseidón no temas,
tales cosas en tu ruta nunca hallarás,
si elevado se mantiene tu pensamiento, si una selecta
emoción tu espíritu y tu cuerpo embarga.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
y al feroz Poseidón no encontrarás,
si dentro de tu alma no los llevas,
si tu alma no los yergue delante de ti.
Desea que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que con cuánta dicha, con cuánta alegría
entres a puertos nunca vistos:
detente en mercados fenicios,
y adquiere las bellas mercancías,
ámbares y ébanos, marfiles y corales,
y perfumes voluptuosos de toda clase,
cuanto más abundantes puedas perfumes voluptuosos;
anda a muchas ciudades Egipcias
a aprender y aprender de los sabios.
Siempre en tu pensamiento ten a Ítaca.
Llegar hasta allí es tu destino.
Pero no apures tu viaje en absoluto.
Mejor que muchos años dure:
y viejo ya ancles en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que riquezas te dé Ítaca.
Ítaca te dio el bello viaje.
Sin ella no hubieras salido al camino.
Otras cosas no tiene ya que darte.
Y si pobre la encuentras, Ítaca no te ha engañado.
Sabio así como llegaste a ser, con experiencia tanta,
ya habrás comprendido las Ítacas qué es lo que significan.