La abuela era antigua, loca, hablaba de un tiempo de risas y rondas, romanticismo pasado de moda. De un amor de esos, prohibidos, que en un papel rosa le hablaba de lagos, de cisnes, de estrellas y mariposas. Un amor de esos, marchito que entre las lloradas y amarillas hojas de un libro de Bécquer o de Nervo, que esperaba en aquellos tiempos a que sus quince años se vistieran de novia. Largo traje de luna, su imaginación bailaba, con azahares de suspiros, la sencilla toca del viento por su pelo y toda la fragancia de su voz en la boca. Así, rendida, se dormía apretando aquel libro de Bécquer o de Nervo.
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