La idea de celebrar el Día del libro el 23 de abril coincidiendo con el aniversario de las muertes de Cervantes, Shakespeare o Garcilaso de la Vega se la debemos a un valenciano llamado Vicente Clavel. A Alfonso XIII le encantó, y desde 1930 se viene celebrando en toda España. Coincide además con san Jorge, patrón de Cataluña y es tradicional que los enamorados se intercambien un libro y una rosa.
Desde que la UNESCO lo promulgó en todo el mundo, cada año se nombra una capital del libro.
Dice un proverbio hindú que "un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora…"
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He aquí, niña mía,
que me han hecho tu amigo,
he aquí que cada día
conversarás conmigo.
Ponme una ropa oscura,
la ropa de labor,
trátame con dulzura,
cual si fuera una flor.
No me eches manchas sobre
la nieve del semblante,
no pienses que recobre
su lámina brillante.
Gozarás, cuando veas
qué hermoso me conservo.
Sufrirás, si me afeas,
del daño de tu siervo.
Verás, cuando oigas locas
historias infantiles,que
charladoras bocas
son mis hojas sutiles.
Mi saber es liviano,
mi saber no es profundo,
niña, me das la mano
y yo te muestro el mundo.
Yo te presento un hada
y te charlo del sol,
de la rosa encarnada,
prima del arrebol.
De la patria gloriosa
de las almas de luz,
de la vida armoniosa
del maestro Jesús.
Mis hojitas nevadas
piden sólo un favor,
de tus manos rosadas
un poquito de amor.
Desde que la UNESCO lo promulgó en todo el mundo, cada año se nombra una capital del libro.
Dice un proverbio hindú que "un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora…"
El escritor francés Paul Valéry decía que los libros tienen los mismos enemigos que el hombre: el fuego, la humedad, los animales, el tiempo y su propio contenido.
Carlos Ruiz Zafón dice en las primeras páginas de La sombra del viento refiriéndose al cementerio de los libros olvidados:
Este lugar es un misterio, Daniel, es un santuario. Cada libro, cada uno que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus páginas, su espíritu crece y se hace fuerte. Hace ya muchos años, cuando mi padre me trajo por primera vez aquí, este lugar ya era viejo. Quizá tan viejo como la misma ciudad. Nadie sabe a ciencia cierta desde cuándo existe, o quiénes lo crearon. Te diré lo que mi padre me dijo a mí. Cuando una biblioteca desaparece, cuando una librería cierra sus puertas, cuando un libro se pierde en el olvido, los que conocemos este lugar, los guardianes, nos aseguramos de que llegue aquí. En este lugar, los libros que ya nadie recuerda, los libros que se han perdido en el tiempo viven para siempre, esperando llegar algún día a las manos de un nuevo lector, de un nuevo espíritu. En la tienda nosotros los vendemos y los compramos, pero en realidad los libros no tienen dueño. Cada libro que ves aquí ha sido el mejor amigo de alguien. Ahora sólo nos tienen a nosotros, Daniel.Y Gabriela Mistral escribió un poema en que un libro se dirige con ternura a una niña. Os invito a escucharlo:
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He aquí, niña mía,
que me han hecho tu amigo,
he aquí que cada día
conversarás conmigo.
Ponme una ropa oscura,
la ropa de labor,
trátame con dulzura,
cual si fuera una flor.
No me eches manchas sobre
la nieve del semblante,
no pienses que recobre
su lámina brillante.
Gozarás, cuando veas
qué hermoso me conservo.
Sufrirás, si me afeas,
del daño de tu siervo.
Verás, cuando oigas locas
historias infantiles,que
charladoras bocas
son mis hojas sutiles.
Mi saber es liviano,
mi saber no es profundo,
niña, me das la mano
y yo te muestro el mundo.
Yo te presento un hada
y te charlo del sol,
de la rosa encarnada,
prima del arrebol.
De la patria gloriosa
de las almas de luz,
de la vida armoniosa
del maestro Jesús.
Mis hojitas nevadas
piden sólo un favor,
de tus manos rosadas
un poquito de amor.