Para este verano he dejado la lectura de las más de seiscientas páginas de El contador de historias de Rabih Alameddine. Tiene como hilo conductor el hecho de que en 2003, Osama al-Kharrat regresa a Beirut, tras muchos años en Estados Unidos, para visitar a su padre agonizante. Allí entra de nuevo en contacto con su infancia, con la traumática guerra contra Israel, pero sobre todo con la figura de su abuelo, un hakawati o contador de historias profesional. Sus historias se mezclan con cuentos tradicionales del Medio Oriente reimaginados, desde Abraham e Isaac hasta Fátima.
En el libro se van mezclando, superponiéndose tres planos, la historia de Osama, el relato de Fátima y el de Baybars. Se trata de narraciones que pertenecen al mundo de lo fantástico, de lo increíble, como corresponde a la esencia de un buen contador de historias.
Esta novela es un cuento de cuentos, la literatura dentro de la literatura, la historia reinventada y recontada para que se incardine en la fantasía de la narración cuentística, de tal manera que haga más cercana y real la historia principal del libanés Osama.
Lectura refrescante y muy recomendable.