sábado, 26 de octubre de 2013

Luis de Góngora: Hermana Marica (romance)






Con este romancillo de Góngora se puede comprobar que no todo en el cordobés es floritura verbal y complicación, que el realismo cabe también en su poesía. Es este un poema de las cosas familiares de la infancia y del juego en la calle durante la infancia.
El poema casi se reduce a enumeraciones costumbristas; el poema es descriptivo y narrativo. Y nombra las cosas y los seres, pero solo los nombra. No hay aquí ni una sola metáfora, algo increíble en un poeta como él.


Hermana Marica
Hermana Marica,
Mañana, que es fiesta,
No irás tú a la amiga
Ni yo iré a la escuela.

Pondraste el corpiño
Y la saya buena,
Cabezón labrado,
Toca y albanega;

Y a mí me pondrán
Mi camisa nueva,
Sayo de palmilla,
Media de estameña;

Y si hace bueno
Trairé la montera
Que me dio la Pascua
Mi señora abuela,

Y el estadal rojo
Con lo que le cuelga,
Que trajo el vecino
Cuando fue a la feria.

Iremos a misa,
Veremos la iglesia,
Darános un cuarto
Mi tía la ollera.

Compraremos dél
(Que nadie lo sepa)
Chochos y garbanzos
Para la merienda;

Y en la tardecica,
En nuestra plazuela,
Jugaré yo al toro
Y tú a las muñecas

Con las dos hermanas,
Juana y Madalena,
Y las dos primillas,
Marica y la tuerta;

Y si quiere madre
Dar las castañetas,
Podrás tanto dello
Bailar en la puerta;

Y al son del adufe
Cantará Andrehuela:
No me aprovecharon,
madre, las hierbas.

Y yo de papel
Haré una librea
Teñida con moras
Porque bien parezca,

Y una caperuza
Con muchas almenas;
Pondré por penacho
Las dos plumas negras

Del rabo del gallo,
Que acullá en la huerta
Anaranjeamos
Las Carnestolendas;

Y en la caña larga
Pondré una bandera
Con dos borlas blancas
En sus tranzaderas;

Y en mi caballito
Pondré una cabeza
De guadamecí,
Dos hilos por riendas;

Y entraré en la calle
Haciendo corvetas,
Yo y otros del barrio,
Que son más de treinta;

Jugaremos cañas
Junto a la plazuela,
Porque Barbolilla
Salga acá y nos vea;

Bárbola, la hija
De la panadera,
La que suele darme
Tortas con manteca,

Porque algunas veces
Hacemos yo y ella
Las bellaquerías
Detrás de la puerta.


1580

domingo, 20 de octubre de 2013

Un atlas sonoro del español en el VI Congreso de la Lengua en Panamá

Hoy comienza en Panamá el VI Congreso de la Lengua, en el que se va a hablar en ciudad de Panamá de la riqueza y las 'amenazas' que se ciernen sobre esta lengua en franca expansión.
El diario El País ha pedido a 20 escritores que elijan las palabras más autóctonas que caracterizan a cada una de las zonas en las que se usa el español como vehículo de comunicación, incluidos los Estados Unidos de América.



 Lo chévere del idioma español es su espíritu patiperro que le permite ser entendido por el 80% de sus cuates. Sus casi 500 millones de hablantes no tienen que bregar en medio del bochinche de otras lenguas, a pesar de lo que digan los engreídos jailones y sin necesidad de huachafiar. Eso sí, a riesgo de que alguno pueda parecer un boludo al no entender las yapas de un idioma que no se cansa de decir asere a las expresiones que van apareciendo. Así surge una especie de parqueadero infinito donde caben desde vocablos curuvicas o cipotes, hasta otros pinches o mensos, que alguien podría interpretar como un contradios. Pero es un idioma que no está en la olla porque sus palabras se sienten tuanis y rumbean sin complejos de ninguna vaina.

viernes, 11 de octubre de 2013

Alice Munro: Radicales libres

Os dejo, como homenaje a la escritora canadiense, que ayer recibió el Premio Nobel de Literatura, uno de sus cuentos, "Radicales libres".
      Al principio la gente llamaba por teléfono para cerciorarse de que Nita no estaba demasiado deprimida, ni demasiado sola, ni comía demasiado poco o bebía demasiado. (Había sido una bebedora de vino tan diligente que muchos olvidaban que tenía completamente prohibido beber.) Ella mantenía las distancias, sin parecer ni dignamente afligida ni anormalmente animada, ni distraída ni confundida. Decía que no necesitaba que le hicieran la compra, que se las arreglaba con lo que tenía a mano. Tenía las medicinas que le habían recetado y suficientes sellos para las cartas de agradecimiento.
        Sus mejores amigos probablemente sospechaban la verdad: queno se molestaba en comer mucho y que si llegaba alguna carta de pésame la tiraba a la basura. Ni siquiera había escrito a personas que vivían lejos, para evitar dichas cartas. Ni siquiera a la anterior esposa de Rich, que vivía en Arizona, ni al hermano, que vivía en Nueva Escocia y del que estaba bastante distanciado, a pesar de que ellos quizá entenderían mejor que la gente más cercana por qué había seguido
adelante con el no funeral como lo había hecho.

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