viernes, 28 de octubre de 2022

Jorge Luis Borges: El truco

 En Fervor de Buenos Aires (1923), Borges se propone hacer una radiografía de su ciudad natal. En este poema en especial, lo hace desde las costumbres de sus habitantes. Es así como se aleja de calles y atardeceres, para centrarse en una práctica cultural.

El truco es un juego tradicional de la Argentina, también del Uruguay y de otros países latinoamericanos como Costa Rica. Se caracteriza por ser de tradición criolla y por la picardía y astucia de sus jugadores, reconocidos por su habilidad para mentir y arriesgarse. El truco ha estado tradicionalmente al servicio de aquellos que persiguen una especie de suerte, recurriendo a todo tipo de argucias siempre válidas dentro del sistema de valores que se instaura sobre la mesa de juego.
Para Borges, como lo menciona en un artículo titulado «El Truco» incluido en su libro Evaristo Carriego (1930), la práctica de este juego despierta en sus compatriotas un sentir primitivo y antepasado, capaz de «criollizar» a quien lo juega. Según expone el mismo autor en Inquisiciones (1925), el truco sumerge a los jugadores en una realidad propia, «juegan de espaldas a las transitadas horas del mundo», inaugurando así un nuevo país.
Más allá del juego en sí, se podría decir que este poema es una alegoría del tiempo cíclico, siendo el truco tan solo metáfora del pasado que es a un mismo tiempo presente. En este poema, Borges recurre a los postulados de Parménides y Zenón de Elea, acerca de que el tiempo no está hecho de instantes individuales, sino que es una argamasa homogénea, única, compacta. Es así cómo «las alternativas del juego se repiten y se repiten», porque cada baza dentro de este juego, es ya antigua, ya jugada, ya pensada, ya vivida por otros quienes «legaron al tiempo de Buenos Aires los mismos versos y las mismas diabluras». El jugador de hoy es a su vez, todos los jugadores, sin más pasado, sin más presente que un tiempo único y compartido, indivisible, cíclico, constante.
Será esta idea metafísica de la identidad sobre el tiempo, lo que llevará a Borges a redimir este juego, negando que sea de «dudoso valor» aunque en Inquisiciones (1925), dirá que el truco es adicto a las formas tradicionales, tan rememorativo que es una mera costumbre, ya integrada al propio juego.
El truco les permite a sus jugadores vivir en el presente instancias idénticas a otras vividas en el pasado, reflejadas en las «antiguas bazas» que se copian de generación en generación. Por lo tanto, el juego anula el fluir del tiempo, creando así una especie de eternidad.

Javier Arias

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