El título de este poema de León Felipe ya habla por sí solo. Él mismo se presenta como Prometeo, el titán que robó el fuego a los dioses para regalárselo a los hombres y, por ello, fue castigado por Zeus de modo que durante el día un águila le devoraba las entradas, mientras que por la noche se le regeneraban para, al día siguiente, vuelta a empezar; Hércules le salvó. Así, él lleva la luz con su poesía, pero sin entusiasmo… "No he venido a cantar…"; ni a que le adulen: "…que me canonicen…"; quiere padecer con los visibles "… los que caminan hacia el mar, río y nube…"; y los soterrados, los perseguidos, los que sufren en silencio: "…pozo, noche, sangre…". pero también esa luz tiene que llegar a todos los que vengan después (ya iba comprendiendo que la dictadura de Franco sería larga: obra escrita en 1942, en plena posguerra, cuando las cárceles estaban llenas y se fusilaba casi a diario como consecuencia de la Guerra Civil). Ese lamento por España, maltratada por la guerra y la dictadura, se entremezcla en su obra con su preocupación y solidaridad con el hombre y su dimensión existencial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario