domingo, 26 de octubre de 2008

Lectura en voz alta


Francisco Nieva publica hoy en el suplemento de Libros de La Razón un artículo con el título Se escucha leer, con el subtítulo "El tiempo en que tantos seres humanos oían leer a otros pasó definitivamente".
Un párrafo:
"Llevo décadas sin reunir a un grupo de amigos para leerles una comedia, así por las buenas. Recuerdo un tiempo de la posguerra en que los escritores ya se decían unos a otros: «Si me lees, te leo». No dejaba de ser una tortura escuchar a un compañero que no tenía la voz persuasiva de un locutor de radio, que no daba la adecuada expresión vocal a sus propias palabras a pesar de su mucho talento. El inefable Claudio Rodríguez, por ejemplo. ¿No resulta mejor leer privadamente las ocurrencias de un amigo, en buena letra de ordenador, ya sea estampada o en la pantalla? Ciertamente, algo se ha perdido. Con aquello se notaba el pulso emotivo y la reacción espontánea de los oyentes. Se ha perdido, pues, intimidad. El escritor se acantona en su vida privada y es su agente quien trabaja por él. Mucho habría que decir sobre ese aislamiento y sus consecuencias. Sin embargo, cuán necesario es para un escritor contar con un confidente próximo de quien recabar una primera impresión. Molière leía sus comedias a la cocinera. ¿Quién encuentra ahora una cocinera con tan bella disposición"

Se refiere el autor, es evidente, a la lectura en voz alta entre los propios escritores.
Por eso, porque parece que esta costumbre tan sana está cayendo definitivamente en el olvido es por lo que cada día comienzo mis clases con la lectura en voz alta de una obra completa. Seguramente es el mejor momento de cada clase. Y aún mejor, si, como ocurre con frecuencia, los estudiantes me dicen: "¿Ya está? Sigue leyendo un poco más"
Me refuerza en mi idea el médico y psicólogo argentino Antonio M. Battro en una columna publicada en febrero de 2004 en el diario La Nación con el título La lectura en voz alta, mejor para el cerebro.
También es interesante este enlace con la opinión de Gerardo Daniel Cirianni.

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