sábado, 4 de julio de 2009

Elogio de la novela

Me gustaría compartir estas reflexiones de Muñoz Molina acerca de la novela, desde la creación y desde el placer de la lectura.

Una novela es la libertad. El acto físico de abrirla es tan simple, tan rotundo, tan cargado de sentidos posibles, como el de abrir una puerta, una puerta de salida y una puerta de entrada. Hasta la tapa del libro parece una puerta que se abre. Salimos de algo y entramos en algo, cruzamos un umbral que se despliega entre nuestras manos, y al principio, como en algunos lugares misteriosos, nos encontramos en la sombra, y sólo gradualmente se acostumbran los ojos a la nueva claridad que irradia del interior del libro. En la casa de veraneo de sus abuelos Proust se encerraba a leer en un retrete con una pequeña ventana desde la que veía el campanario del pueblo. Juan Carlos Onetti leía de niño encerrado en un armario, a la luz de una linterna, acompañado por un gato al que acariciaba tan silenciosamente como pasaba las páginas, y decía que la causa de su mala vista era haber gastado los ojos leyendo en aquel refugio. Muchas tardes de verano yo he leído en un granero lleno de trigo recién cosechado, y en el tacto del papel había residuos del polvo de la trilla.


Este es un fragmento del artículo que se publica este fin de semana en el suplemento sabatino de El País Babelia con el título La libertad de la novela.
Que lo disfrutéis.

2 comentarios:

Eloísa dijo...

Después de leer el verano pasado El Quijote, he leído mucha poesía pero no me atrevía con ninguna novela. Tenía en casa “El jinete polaco” y la cogí.
Es una novela lenta, sin acción, intimista, escrita desde la madurez, que hay que leer sin prisas. La novela da vueltas, avanza al presente y vuelve continuamente al pasado, se entremezclan y confunden las historias de cuatro generaciones de una familia junto a múltiples personajes/historias del pueblo, todos arraigados a Mágina (como un agujero negro de donde es imposible escapar) menos el último, quien finalmente acaba regresando de alguna manera a sus orígenes. Y en medio de todo, el surgimiento de una historia de amor tardía, plena, hermosa, ligada también a Mágina, predestinada desde siempre a suceder.
A mí me ha encantado la forma de escribir de Muñoz Molina, es como si los pensamientos que se encadenan en la mente se fueran plasmando en el papel, parecen espontáneos pero hay una enorme maestría detrás. Son preciosos las descripciones de los paisajes, el análisis de los sentimientos de los personajes, las escenas de deseo y amor, la descripción la guerra y su efecto sobre las vidas, de las oportunidades perdidas, del devastador paso del tiempo… escrito de manera magistral y admirable (todo en mi humilde opinión).

Manuel López dijo...

Hace dos o tres veranos decidí acercarme a la novela de Muñoz Molina. Leí tres títulos; entre ellos El jinete polaco. Fue todo un descubrimiento. Es una narrativa a la que hay que acercarse sin prisas. Hay que aprender a leer a Muñoz Molina. Tiene una particular forma de fabular con frecuentes saltos en el tiempo y en escenas que puede provocar pérdidas.
Una vez que entiendes el "truco", la lectura se hace fluida y comprendes que estás delante de uno de los grandes fabuladores de la literatura española actual.