Con este poema Miguel Hernández rinde homenaje a los campesinos, que con su trabajo alimentan a todas las personas de su patria.
Gracias al esfuerzo de los agricultores, el campo es alimento que se mezcla con el sudor de sus cuerpos. Los verdaderos Reyes y campeones para el poeta son ellos y no aquellos que nunca han trabajado la tierra o no han hecho nada.
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