Eulalia nació en Hispania en el año 290 d.C. en una acomodada familia que se había acogido a la fe cristiana, en una época en que el cristianismo todavía estaba perseguido.
Cuando tenía trece años de edad, Eulalia decidió presentarse frente a Publio Daciano, prefecto romano en Hispania que debía hacer cumplir los edictos del emperador Diocleciano.
Eulalia quería hacer saber a Daciano su malestar por la persecución a la que estaban siendo sometidos los cristianos. Esto encolerizó al prefecto que ordenó apresarla y someterla a trece martirios, que eran tantos como años tenía la muchacha.
Así fue como la joven padeció trece dolorosas y horripilantes torturas, desde azotarla a desgarrarle la piel con ganchos, quemarle los pechos, colocarla de pie sobre brasas, hacerla rodar en un tonel lleno de cristales y objetos punzantes o crucificarla hasta hacerla morir.
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