Un poema de Rubén Darío que muestra dos rasgos que atraviesan su poesía: la música y la tristeza honda por la fugacidad. La página blanca es un territorio literal y metafórico. Es el lugar donde se escribe y se vive. ¿Qué hacemos en esa página? ¿Qué decisiones tomamos? Los trazos y las marcas definen un camino: un desfile de ensueños y sombras, de visiones y poemas extraños. El símbolo y la historia se cruzan en un punto crucial. Las vidas a veces se deciden en un instante que actúa como una cifra: “historias” e “instantes” unidos indeleblemente. Sin embargo la Pálida todo lo roza y lo borra invariablemente. Y también todo lo borrará.
Darío se encuentra abrumado en este poema, como si la existencia de los seres humanos lo excediera. El desierto de las horas no deja de mostrar prodigios y signos escritos en el cielo y cada uno dará forma a sus días (un caudal siempre breve) de acuerdo al espesor de su visión.
Carlos Battilana, blog Eterna cadencia
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