"Los poetas -afirma Miguel- somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplados a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas." Federico G. Lorca insistía en esa idea para decir que "el poeta debía llorar y reír con el pueblo".
Para mí, un poema que está cargado de esa denuncia social que llevaba tan arraigada en sus entrañas el poeta de Orihuela es este del niño yuntero, al que le ha tocado ser un nuevo Jesucristo en pequeñito, coronado por la sal del sudor que el esfuerzo diario en la tierra le proporciona en busca del sustento.
Este niño le duele y es como si su arado le diera en el pecho para abrirle un surco de pena y de lamento.
Este niño le duele y es como si su arado le diera en el pecho para abrirle un surco de pena y de lamento.
Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.
Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.
Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.
Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.
Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra,
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.
Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.
Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.
A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.
Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.
Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.
Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
revuelve mi alma de encina.
Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.
Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.
¿Quién salvará este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?
Que salga del corazón
de los hombres jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.
Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.
Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.
Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.
Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra,
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.
Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.
Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.
A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.
Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.
Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.
Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
revuelve mi alma de encina.
Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.
Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.
¿Quién salvará este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?
Que salga del corazón
de los hombres jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.
3 comentarios:
Hola Manolo:
Primero decirte que tienes una voz preciosa para la lectura y el recitado, que no te lo había dicho nunca.
Y segundo, que este poema me pone los pelos de punta cada vez que lo leo porque, desgraciadamente y a pesar de que han transcurrido unas décadas desde que Miguel Hernández escribiera estos versos, hoy en día sigue existiendo en el mundo muchos niños yuntero. Menos mal que actualmente todavía existen escritores sensibles y comprometidos como Galeano, Saramago o el fallecido Benedetti que ,a través de sus palabras, son la voz de todos los yunteros de este mundo.
Un saludo
Virginia
Estoy completamente de acuerdo contigo. Es una auténtica calamidad que el hombre haya avanzado tan poco a lo largo de la historia, que hayamos conseguido tantos avances técnicos y tecnológicos que no seamos capaces de luchar para hacer un mundo más justo, mejor repartido.
Ah, gracias por lo que dices de la voz.
Un saludo
Hola me encanta como recitas, me ayudaría saber que melodía utilizaste de fondo podrías ayudarme por favor es que voy a utilizarte de ejemplo
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