martes, 9 de agosto de 2022

Juan Gelman: Lluvia

 A muchos nos deprime un cabaret por las mañanas. Las sillas sobre las mesas mientras lavan el piso, parecen cosa de luto porque la diversión ha fenecido y tratan de borrar todo vestigio de que habitó en ese lugar. Lo bueno es que la diversión resucita al anochecer.

Algo así le ocurre al Poeta Juan Gelman con la lluvia. Una cuadrilla de empleados angélicos lava el mundo con nosotros adentro. Y a todos (aunque muchos lo nieguen), nos pone melancólicos.
Si el vecino del Poeta realmente existe, Gelman está mirando la dicha ajena. Su prójimo es un poco más afortunado, tiene una mujer donde guarecerse mientras dura el diluvio. El precio del hastío rutinario es módico si el clima es adverso y uno cuenta con un "cajón o nave" donde refugiarse. Importa poco que el significante "amor" diste mucho de su significado. El alma que no sabe explicarse bien, ha de encontrar alguna vez el punto de confluencia.
Pero también ese vecino de al lado pudiera ser él mismo. Al fin de cuentas es su caligrafía la que trajo esta carta al mundo, aunque sea en borrador que sólo se quedó en un bello poema, con palabras salvadas del naufragio.
Como sea ambos se parecen, uno en su exilio de soledad y otro con su ventana de acceso, miran la lluvia como dos terrestres extraviados. La lluvia es el espejo donde se contemplan a sí mismos en toda la magnitud de su tristeza.
Alfredo Jiménez G.

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