domingo, 1 de enero de 2017

Miguel de Cervantes: Rinconete y Cortadillo (tramo 3)




Con esto se consoló algo el sacristán, y se despidió de Cortado, el cual se volvió a donde estaba Rincón, que lo había visto todo un poco apartado de él, y más abajo estaba otro mozo de la esportilla, que vio todo lo que había pasado y cómo Corta­do daba el pañuelo a Rincón; y acercándose a ellos, les dijo: 
-Díganme, señores galanes: ¿voacedes son de mala entrada, o no?
-No entendemos esas palabras, señor galán -respondió Rincón. 
- ¿Que no entrevan, señores murcios? -respondió el otro.
-No somos de Teba ni de Murcia -dijo Cortado-. Si otra cosa quiere, dígala; si no, váyase con Dios. 
-¿No lo entienden? -dijo el mozo-. Pues yo se lo explicaré. Quiero decir, señores, si son vuesas mercedes ladrones. Aunque no sé para qué les pregunto esto, pues ya sé que lo son. Pero díganme: ¿cómo no han ido a la aduana del señor Monipodio? 
-¿Es que se paga en esta tierra impuesto de ladrones, señor galán? -dijo Rincón. 
-Si no se paga -respondió el mozo-, por lo menos se re­gistran ante el señor Monipodio, que es su padre, su maestro y su protector, y así les aconsejo que vengan conmigo a rendirle obe­diencia, o si no, no se atrevan a hurtar sin su permiso, que les costará caro. 
-Yo pensaba -dijo Cortado- que el hurtar era oficio libre, no sujeto a impuestos, y que si se paga es de una vez, con la horca los azotes; pero puesto que así es y en cada tierra tienen sus cos­tumbres, guardemos nosotros las de esta, que por ser la más prin­cipal del mundo serán las más acertadas de todo él. Así que puede vuesa merced guiarnos adonde está ese caballero del que habla, que ya tengo yo sospechas, según lo que he oído decir, que es persona muy capacitada y generosa y sobradamente hábil en el oficio. 
-¡Y cómo que es capacitado, hábil y experto! -·-respondió el mozo-. Lo es tanto, que en cuatro años que hace que tiene el cargo de ser nuestro superior y maestro solo han padecido cuatro en el finibusterrae, treinta envesados y sesenta y dos en gurapas
-En verdad, señor -dijo Rincón-, entendemos tanto esos nombres como sabemos volar. 
-Comencemos a andar, que yo los iré aclarando por el cami­no -respondió el mozo---, junto con algunos otros que les harán tanta falta como el comer. 
Y así les fue diciendo y aclarando otros nombres de los que ellos llaman germanescos o de la germanía a lo largo de su conversación, que no fue corta, porque el camino era largo. En el cual dijo Rincón, a su guía: 
- ¿Acaso es vuesa merced ladrón?
- Sí -respondió él-, para servir a Dios y a las buenas personas, aunque no de los muy expertos; que todavía estoy en el año del noviciado. A lo cual respondió Cortado: 
-Cosa nueva es para mí que haya ladrones en el mundo para servir a Dios y a la gente buena. lo cual respondió el mozo: 
-Señor, yo no me meto en cuestiones de doctrina religiosa; o que sé es que cada uno en su oficio puede alabar a Dios, y más con la orden que tiene dada Monipodio a todos sus protegidos. 
-Sin duda -dijo Rincón- debe de ser buena y santa, pues hace que los ladrones sirvan a Dios. 
-Es tan santa y buena -replicó el mozo--, que no sé yo si se podrá mejorar en nuestro arte. Él tiene ordenado que de lo que hurtemos demos alguna cosa o limosna para el culto18 de una imagen muy devota que hay en esta ciudad, y en verdad que hemos visto grandes cosas por esta buena obra; porque hace unos días le dieron tres ansias a un cuatrero que había murciado dos roznos, y aunque estaba débil y sin fuerzas por unas fiebres, las sufrió sin cantar. Y esto lo atribuimos los del oficio a su devoción, porque sus fuerzas no eran bastantes para soportar el primer desconcierto del verdugo. Y puesto que sé que me van a preguntar algunos vocablos de los que he dicho, quiero curarme en salud y decírselos antes de que me pregunten. Sepan voacedes que cuatrero es ladrón de bestias; ansia es el tormento; roznos, los asnos; primer desconcierto es el principio del tormento que da el verdugo. Tenemos más: que rezamos nuestro rosario, durante la semana, y muchos de nosotros no hurtamos el vier­nes, ni tenemos trato carnal con mujer que se llame María el sábado. 
-De perlas me parece todo eso -dijo Cortado-; pero dígame vuesa merced: ¿se hace alguna devolución u otra penitencia además de lo ya dicho? 
-De eso de devolver no hay nada que hablar -respondió el mozo- porque es cosa imposible, por las muchas partes en las que se divide lo hurtado entre cada uno de los ministros y contrayentes; de modo que el primero que roba no puede devolver nada; además no hay nadie que nos mande cumplir este requisito, puesto que nunca nos confesamos, y si hay avisos de excomu­nión, jamás llegan a nuestro conocimiento, porque jamás vamos a la iglesia cuando se leen, a no ser los días en que la Iglesia concede el perdón general a los fieles, por la ganancia que nos ofrece la asistencia de tanta gente. 
-¿ Y haciendo solo eso dicen esos señores -dijo Cortadillo- que su vida es santa y buena? 
-Pues ¿qué tiene de malo? -replicó el mozo-. ¿No es peor ser hereje o renunciar a la fe del bautismo o matar al padre y a la madre? 
-Todo es malo -replicó Cortado-. Pero puesto que nuestro destino ha querido que entremos en esta cofradía, vuesa merced aligere el paso; que me muero por verme con el señor Monipodio, de quien tantas virtudes se cuentan. 
-Pronto se les cumplirá su deseo -dijo el mozo-, que ya desde aquí se alcanza a ver su casa. Quédense vuesas mercedes en la puerta, que yo entraré a ver si está desocupado, porque estas son las horas en las que él suele recibir visitas. 
- Así lo haremos -dijo Rincón.

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