Ese capítulo 7 de Rayuela es el más transitado de una historia que sucede en París y que revolucionó, en los sesenta, el modo de dibujar la boca con palabras. Julio Cortázar detuvo ahí su novela e hizo poema del arte de la caricia.
Y ahora tú le dices a un bachiller español si conoce ese capítulo 7 o si saben algo de alguien que se llamó Cortázar y mueve la cabeza diciendo no. Y esto, que es una tragedia, está pasando con Cortázar, ay, y con todos los otros, porque en los institutos de bachillerato no está programada esa gozada que es de nuestra lengua, que está en nuestra lengua y que mejoró para siempre nuestra literatura. Como diría José Hierro: “No he dicho a nadie que he estado a punto de llorar”.
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