jueves, 27 de octubre de 2016

Luis Cernuda: Soliloquio del farero



Cómo llenarte, soledad, 
Sino contigo misma.

De niño, entre las pobres guaridas de la tierra, 
Quieto en ángulo oscuro, 
Buscaba en ti, encendida guirnalda, 
Mis auroras futuras y furtivos nocturnos, 
Y en ti los vislumbraba, 
Naturales y exactos, también libres y fieles, 
A semejanza mía, 
A semejanza tuya, eterna soledad.

Fui luz serena y anhelo desbocado, 
Y en la lluvia sombría o en el sol evidente 
Quería una verdad que a ti te traicionase, 
Olvidando en mi afán 
Cómo las alas fugitivas su propia nube crean.

Y al velarse a mis ojos 
Con nubes sobre nubes de otoño desbordado 
La luz de aquellos días en ti misma entrevistos, 
Te negué por bien poco; 
Por menudos amores ni ciertos ni fingidos, 
Por quietas amistades de sillón y de gesto, 
Por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma, 
En bocas de mentira y palabras de hielo.

Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona 
Que yo fui, 
Que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones; 
Por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos, 
Limpios de otro deseo, 
El sol, mi dios, la noche rumorosa, 
La lluvia, intimidad de siempre, 
El bosque y su alentar pagano, 
El mar, el mar como su nombre hermoso; 
Y sobre todos ellos, 
Cuerpo oscuro y esbelto, 
Te encuentro a ti, tú, soledad tan mía, 
Y tú me das fuerza y debilidad 
Como al ave cansada los brazos de la piedra.

Acodado al balcón miro insaciable el oleaje, 
Oigo sus oscuras imprecaciones, 
Contemplo sus blancas caricias; 
Y erguido desde cuna vigilante 
Soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres, 
Por quienes vivo, aun cuando no los vea; 
Y así, lejos de ellos, 
Ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres, 
Roncas y violentas como el mar, mi morada, 
Puras ante la espera de una revolución ardiente 
O rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo 
Cuando toca la llora de reposo que su fuerza conquista. 
Tú, verdad solitaria, 
Transparente pasión, mi soledad de siempre, 
Eres inmenso abrazo; 
El sol, el mar, 
La oscuridad, la estepa, 
El hombre y su deseo, 
La airada muchedumbre, 
¿Qué son sino tú misma?

Por ti, mi soledad, los busqué un día; 
En ti, mi soledad, los amo ahora.

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