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Coro: El
astuto capitán de barco (saloma)
Interpretada
por las Doce Criadas, con trajes de marinero
El astuto Odiseo de Troya partió
de oro y de gloria colmado.
El protegido de Atenea zarpó
¡con sus trampas, sus mentiras y sus timos!
Se detuvo primero en el país de los lotófagos,
donde sus hombres la odiosa guerra olvidar
quisimos;
pero pronto en las negras naves volvieron a
embarcarnos
sin hacer caso de nuestros llantos y suspiros.
Dimos después con el cíclope aterrador,
al que cegamos cuando devorarnos intentó.
«Me llaman Nadie», mintió el capitán, para
alardear luego:
«¡Soy príncipe del engaño, me llaman
Odiseo!» Poseidón, su
enemigo, lo maldijo por ello
y aún lo busca por los mares sin descanso,
desatando tempestades para enviarlo al fondo
¡a Odiseo, el marino traicionero!
Por
nuestro capitán, dondequiera que esté,
brindemos.
Atrapado
en un islote, bajo un árbol dormido
o de alguna ninfa
del mar en brazos,
¡que es
donde nos gustaría estar a todos!
Luego a los malvados lestrigones
encontramos.
Devoraron a nuestros compañeros y no
dejaron ni los huesos.
Haberles pedido algo de comer lamentó
Odiseo,
¡el más audaz, el más valiente y temerario!
En la isla de Circe nos convirtieron en
cerdos,
hasta que Odiseo con la diosa se acostó;
luego comió sus dulces y su vino se bebió:
¡durante un año fue su huésped y señor!
Dondequiera
que esté, por nuestro capitán
brindemos.
La espuma
del ancho mar de aquí para allá
lo ha
llevado.
Seguro
que no tiene prisa por llegar a casa
Odiseo,
¡el más
apuesto, el más osado, el más astuto!
Descendió a continuación a la Isla de los
Muertos,
vertió sangre en una zanja y a los espíritus
contuvo
para oír del profeta Tiresias el discurso,
¡ah, Odiseo, el más ingenioso, el más bribón
y desenvuelto!
Más tarde, al dulce canto de las sirenas se
enfrentó.
Hacia una tumba de plumas intentaban
arrastrarlo.
Despotricaba y deliraba al mástil atado,
¡pero sólo Odiseo el enigma descifró!
El remolino de Caribdis a nuestro hombre
no atrapó,
ni Escila, el monstruo de seis cabezas,
cogerlo pudo.
Odiseo su nave entre malignos escollos
deslizó
¡sin amedrentarse ante vorágines y rugidos!
Al desobedecer sus órdenes, sus hombres
mal hicimos,
como la deliciosa carne de las vacas del Sol
comernos.
En una tempestad todos perecimos,
pero nuestro capitán la isla de Calipso
alcanzó.
Tras siete largos años que allí pasó gozando
huyó en una balsa y a la deriva navegó.
Hasta que desnudo en la playa lo hallaron
las doncellas de Nausícaa ¡y cómo estaba de
mojado!
Narró sus aventuras, pero en la manga se
guardó
cientos de desgracias y un sinfín de tormentos,
pues lo que le depararán las Parcas nadie
puede saberlo
¡ni siquiera ese genio del disfraz, Odiseo!
Dondequiera
que esté, por nuestro capitán
brindemos.
Si camina
por tierra o navega por mar es
indistinto.
Sabed que
no está en el Hades, como todos
nosotros,
1pero basta, nada más os diremos!
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