viernes, 30 de noviembre de 2012

Mendigo, de José Manuel Caballero Bonald



José Manuel Caballero Bonald acaba de recibir el Premio Cervantes de las Letras. Su universo literario de la Argónida recibe de esta manera el reconocimiento a una labor literaria infatigable, caracterizada por el dominio exquisito del lenguaje y su barroquismo.
Detengámonos en algunas de las curiosidades de su biografía:
* Escribió un poema de 3.000 versos sin signos de puntuación. Se llama "Entreguerras".
* Fue amante de la mujer de Cela. Es uno de los gossip más jugosos del mundo literario español. Bonald mantuvo una relación con la mujer de Camilo José Cela, Rosario Conde, durante varios años. Lo contó ella misma a Interviú en noviembre de 1989 cuando Cela ya se había ido con Marina Castaño.
* Fue productor de Vainica Doble. "Yo durante algún tiempo fui productor discográfico y una de mis realizaciones, de las que estoy más contento, fue el disco de Vainica Doble Heliotropo", contó en un encuentro digital en El Mundo en 2001.
* Odia el deporte. "No soy deportista, creo que el deporte es una nociva costumbre social", dijo una vez. 
 * Pasó el típico año en la cama que le descubrió la literatura. "En mi adolescencia estuve un año en cama, reposando, y entonces conocí la literatura, un viejo amigo de casa, amante de los libros me prestó la antología de la poesía española que había hecho Diego y los poemas de Juan Ramón Jiménez, y entonces quise ser poeta…".

Más curiosidades aquí.

En el año 1950 consiguió el premio Platero por su poema "Mendigo", un poema con el que el personaje no es más que el reflejo de la miseria social de la época:

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Torpemente
venía cada tarde con su humildad cansada,
con sus manos heroicas de obediencia,
rebuscando una última sobra de compasión,
un residuo de hambre que ya no nos sirviese.
Sonreía a los pájaros y era nuestra su furtiva
bondad, se nos hacía nuestra su costumbre
de no tener amor, su terrible paciencia extenuada
de ir restaurando a trechos un muñón de vestido,
una leña de vida, un ademán de abyecta caridad.
Inquilino de cada humano corazón,
qué precio, y no regalo, el que iba pidiendo
en un pecho dichoso, en una puerta de madera alegre,
ahorrándonos la lástima con la que se ayudaba
al alquiler inconsolable de su vida.
Pasó durante muchos días frente a nuestra miseria
y él la iba mostrando, la iba haciendo de todos,
la cambiaba por cuencos de esperanza vacíos,
por un pan para nunca (perdone usted por Dios),
por una nada que tuviésemos que darle
para hermanar lo pobre con lo pobre.
Y volvía, cada tarde volvía
como si fuese una llaga que se acerca para doler,
que viene andando mientras muda de cuerpo,
y volvía a pesar de nuestra igualdad de desvalidos,
a pesar de que teníamos un mismo préstamo para vivir,
de que éramos casi tributarios de su humana intemperie.
Hasta que al fin, de pronto, no volvió más.
Su terco cuerpo ultrajado, su inclemencia de despojo,
su bocanada de rotura comunal,
se fueron no sé dónde. Era el otoño
y no venía a pedirnos
la renta de nuestro poco de prójimos inútiles.
Quizá alguien no supo
restañar su indigencia (no hay nada, hermano,
vuelva otro día) y ya no quiso volver más,
ya no quiso enfrentarse más con esa nada ajena,
dando tumbos de gratitud mezquina entre las sombras,
rodando desde su inválida hermandad.
Pero aquí se ha quedado la pobreza que somos,
haciéndose mayor, envileciéndose de verse solitaria
como un dolor que hubiera menester de otro dolor,
y ese pan que apenas si nos sobra,
que apenas si nos vale para partir en dos lo único,
nos emplaza en la vida como reclusos perpetuos,
como condenados a padecer de algún hambre diaria,
y puede ser que el vaho de su miga anhelante
reduzca a servidumbre la escasez de consuelo
para que sí podamos compartir nuestra miseria

martes, 27 de noviembre de 2012

Ejercicios de comprensión sobre Artículos de costumbres de Larra

Mariano José de Larra es probablemente uno de los escritores españoles más seguidos porque supo captar en la prensa diaria el carácter del español de a pie; y para ello se sirvió de una herramienta muy poderosa, la ironía, que le ayudó a distanciarse de lo que contaba, casi como si fuera un extranjero. Larra no se queda en la pura descripción pintoresca; lo que persigue es la crítica de lo que observa y, además, deja ver su subjetividad, aportando su dolorida experiencia a lo que escribe.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza (17 de octubre)

Pobres de Londes.Detalle 1 Otros Acrílico Retrato
                                                                  Fuente de la imagen
El sábado de la semana pasada se celebró el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. Ban Ki-moon, secretario general de Naciones Unidas, indica que este problema es una auténtica amenaza contra la paz y la seguridad en el mundo con estas palabras
La pobreza generalizada, que ha persistido por demasiado tiempo, está vinculada a los disturbios sociales y a las amenazas a la paz y la seguridad. En este Día Internacional, hagamos una inversión en nuestro futuro común ayudando a las personas a superar la pobreza para que puedan, a su vez, ayudar a transformar nuestro mundo.
Es hora de agitar las conciencias de quienes tienen poder de decisión en el mundo para que pongan sobre la mesa la necesidad de invertir para erradicar la pobreza. Solo de esa manera podremos conseguir un mundo mejor, por más justo.
En España, quién lo iba a imaginar en la octava potencia económica del mundo hasta hace poco, el índice de pobreza ha aumentado considerablemente en los últimos años. La labor de Cáritas y de otras organizaciones sociales está siendo indispensable para mantener a familias que lo han perdido casi todo.

Hace ya algún tiempo, Pablo Neruda escribió una Oda a la pobreza, con grandes dosis de compromiso social. Desde sus orígenes pobres, se enfrenta cara a cara a la pobreza a través de la palabra, y confiesa que está dispuesto, como ella lo había hecho con él, a perseguirla y acosarla a través de su poesía hasta desterrarla. Está seguro de que el futuro estará lleno "de pan y de racimos" que colmarán los estómagos de todos los seres humanos.

Cuando nací,
pobreza,
me seguiste,
me mirabas
a través
de las tablas podridas
por el profundo invierno.
De pronto
eran tus ojos
los que miraban desde los
agujeros.
Las goteras,
de noche, repetían
tu nombre y tu apellido
o a veces
el salto quebrado, el traje roto,
los zapatos abiertos,
me advertían.
Allí estabas
acechándome
tus dientes de carcoma,
tus ojos de pantano,
tu lengua gris
que corta
la ropa, la madera,
los huesos y la sangre,
allí estabas
buscándome,
siguiéndome,
desde mi nacimiento
por las calles.
Cuando alquilé una pieza
pequeña, en los suburbios,
sentada en una silla
me esperabas,
o al descorrer las sábanas
en un hotel oscuro,
adolescente,
no encontré la fragancia
de la rosa desnuda,
sino el silbido frío
de tu boca.
Pobreza,
me seguiste
por los cuarteles y los
hospitales,
por la paz y la guerra.
Cuando enfermé tocaron
a la puerta:
no era el doctor, entraba
otra vez la pobreza.
Te vi sacar mis muebles
a la calle:
los hombres
los dejaban caer como
pedradas.
Tú, con amor horrible,
de un montón de abandono
en medio de la calle y de la
lluvia
ibas haciendo
un trono desdentado
y mirando a los pobres
recogías
mi último plato haciéndolo
diadema.
Ahora,
pobreza,
yo te sigo.
Como fuiste implacable,
soy implacable.
Junto
a cada pobre
me encontrarás cantando,
bajo
cada sábana
de hospital imposible
encontrarás mi canto.
Te sigo,
pobreza,
te vigilo,
te acerco,
te disparo,
te aíslo,
te cerceno las uñas,
te rompo
los dientes que te quedan.
Estoy
en todas partes:
en el océano con los
pescadores,
en la mina
los hombres
al limpiarse la frente,
secarse el sudor negro,
encuentran
mis poemas.
Yo salgo cada día
con la obrera textil.
Tengo las manos blancas
de dar pan en las panaderías.
Donde vayas,
pobreza,
mi canto
está cantando,
mi vida
está viviendo,
mi sangre
está luchando.
Derrotaré
tus pálidas banderas
en donde se levanten.
Otros poetas
antaño te llamaron
santa,
veneraron tu capa,
se alimentaron de humo
y desaparecieron.
Yo te desafío,
con duros versos te golpeo el
rostro,
te embarco y te destierro.
Yo con otros,
con otros, muchos otros,
te vamos expulsando
de la tierra a la luna
para que allí te quedes
fría y encarcelada
mirando con un ojo
el pan y los racimos
que cubrirá la tierra
de mañana. 

Eduardo Galeano, en cambio, recurre a la ironía para despertar conciencias:
 
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Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen tiempo para perder el tiempo.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen silencio ni pueden tenerlo.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que tienen piernas que se han olvidado de caminar, como las alas de las gallinas que se han olvidado de volar.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que comen basura y pagan por ella como si fuera comida.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que tienen el derecho de respirar mierda, como si fuera aire, sin pagar nada por ella.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen más que la libertad de elegir entre uno y otro canal de televisión.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que viven dramas pasionales con las máquinas.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que son siempre muchos y están siempre solos.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que no saben que son pobres.
 

viernes, 16 de noviembre de 2012

No me llames extranjero (Rafael Amor)



No me llames extranjero porque haya nacido lejos,
o porque tenga otro nombre la tierra de donde vengo.
No me llames extranjero porque fue distinto el seno
o porque acunó mi infancia otro idioma de los cuentos.
No me llames extranjero si en el amor de una madre
tuvimos la misma luz en el canto y en el beso
con que nos sueñan iguales las madres contra su pecho.
No me llames extranjero, ni pienses de dónde vengo,
mejor saber dónde vamos, adónde nos lleva el tiempo.
No me llames extranjero porque tu pan y tu fuego
calmen mi hambre y mi frío, y me cobije tu techo.
No me llames extranjero, tu trigo es como mi trigo,
 tu mano como la mía, tu fuego como mi fuego,
y el hambre no avisa nunca, vive cambiando de dueño.
Y me llamas extranjero porque me trajo un camino,
porque nací en otro pueblo, porque conozco otros mares,
y un día zarpé de otro puerto,
si siempre quedan iguales en el adiós los pañuelos
y las pupilas borrosas de los que dejamos lejos,
y los amigos que nos nombran y son iguales los rezos
y el amor de la que sueña con el día del regreso.
No, no me llames extranjero, traemos el mismo grito,
el mismo cansancio viejo que viene arrastrando el hombre
desde el fondo de los tiempos, cuando no existían fronteras,
antes de que vinieran ellos, los que dividen y matan,
los que roban, los que mienten, los que venden nuestros sueños,
ellos son, ellos son los que inventaron esta palabra: extranjero.
No me llames extranjero, que es una palabra triste,
que es una palabra helada, huele a olvido y a destierro.
No me llames extranjero, mira tu niño y el mío
cómo corren de la mano hasta el final del sendero,
no los llames extranjeros, ellos no saben de idiomas,
de límites, ni banderas, míralos, se van al cielo
por una risa paloma que los reúne en el vuelo.
No me llames extranjero, piensa en tu hermano y el mío,
el cuerpo lleno de balas besando de muerte el suelo,
ellos no eran extranjeros, se conocían de siempre
por la libertad eterna e igual de libres murieron.
No me llames extranjero, mírame bien a los ojos,
mucho más allá del odio, del egoísmo y el miedo,
y verás que soy un hombre, no puedo ser extranjero.