domingo, 2 de julio de 2017

Aquí vivió Miguel Hernández, el poeta luminoso



 

Vestíbulo de la casa del poeta Miguel Hernández, presidido por su retrato

El coche serpentea entre naranjos y limoneros mientras dejo atrás pueblos vacíos y fachadas desgastadas por el sol. Las flores rosas y blancas que bordean la carretera brillan como en una película en Technicolor. Al otro lado de la ventanilla se despliegan campos de cultivo, viñedos, casuchas viejas y la silueta de un hombre que no encuentra ninguna sombra y camina cabizbajo.
Cuando llego a la casa de Miguel Hernández son casi las 7. Orihuela está ardiendo pero dentro hace fresco, como si al atravesar el umbral el calor se hubiera evaporado de pronto. Una foto enorme del poeta de niño me da la bienvenida.
La vivienda de una sola planta, en el número 73 de la antigua calle de Arriba, a las afueras del pueblo, es una construcción humilde típica de la zona. Está enclavada en la falda del monte de San Miguel, junto al Colegio de Santo Domingo donde el escritor empezó el bachillerato antes de tener que cambiar los estudios por las cabras. Miguel vivió aquí con su familia desde 1914 hasta que se marchó a Madrid en 1934.



Todas las puertas están abiertas y la casa se ha inundado de luz. El suelo, que hace cien años era de tierra, está ahora cubierto de baldosas. En el vestíbulo, bajo la foto del poeta que nos mira, hay un cuenco de barro con naranjas, y a la derecha, sobre el aparador donde se guarda la vajilla, un plato lleno de cebollas. Es inevitable pensar en las Nanas que escribió el autor después de recibir una carta de su mujer en la que contaba que sólo tenían pan y cebolla para comer. Pero en el poema que cierra el Cancionero y romancero de ausencias, escrito en trozos de papel higiénico en la cárcel de Torrijos, la esperanza se impone a la oscuridad. Pese a la frustración que supone no poder ayudar a su familia, Miguel anima a su hijo a seguir adelante. Tras el desastre de la guerra civil queda el vislumbre del amor y de la inocencia de la infancia, un paraíso perdido que el oriolano, a punto de morir de tuberculosis, quiere proteger a toda costa.


Dormitorio de Miguel Hernández

Mucho antes de aquello, un Miguel adolescente escribía de noche, cuando todos dormían, en el cuarto que compartía con su hermano Vicente. En una pared de la habitación puede leerse la última estrofa del poema “Eterna sombra”:
Soy una abierta ventana que escucha,
por donde va tenebrosa la vida.
Pero hay un rayo de sol en la lucha
que siempre deja la sombra vencida.

La pequeña cama de hierro está cubierta por una colcha blanca. A su izquierda hay una ventana que da al patio, una cajonera, un perchero del que cuelga un cayado, un retrato a lápiz del poeta y una silla de madera con una maleta de cartón y unas alpargatas encima. A su derecha hay una mesa con una palangana y un espejito cuadrado. La pared está salpicada de fotografías y del techo pende una bombilla desnuda. Echo en falta la máquina de escribir portátil de segunda mano que compró Miguel en 1931. Le costó 300 pesetas y era de la marca Corona. Desde marzo de aquel año, el alicantino subía cada mañana a la Cruz de la Muela con ella y el hatillo al hombro y escribía hasta el atardecer.
Una puerta comunica su dormitorio con el de sus hermanas, y en el otro extremo de la vivienda está la habitación de los padres, que conserva la jofaina original de la familia, y la sala de estar, decorada de manera sencilla.
Bajo el arco del vestíbulo, entre el comedor y el patio, se encuentra la cocina. De un lado están las orzas para guardar conservas, las tinajas, los cedazos, dos morteros, un botijo, un lebrillo, un vasar lleno de platos de loza y un celemín. Del otro está el hogar con las planchas de carbón y el hornillo, enmarcado por una cortinita de cuadros rojos y blancos y rodeado de utensilios de la época. Sobre el hogar, escrito en mayúsculas en un panel de madera, hay un fragmento de “Sentado sobre los muertos”, del poemario Viento del pueblo:
Si yo salí de la tierra,
si yo he nacido de un vientre
desdichado y con pobreza,
no fue sino para hacerme
ruiseñor de las desdichas,
eco de la mala suerte,
y cantar y repetir
a quien escucharme debe
cuanto a penas, cuanto a pobres,
cuanto a tierra se refiere.


Patio de la casa de Miguel Hernández en Orihuela



Miguel Hernández, al que Dámaso Alonso llamó “genial epígono” de la Generación del 27, es el poeta de los campesinos y los desheredados. Viendo la casa donde vivió se entiende mejor el origen de sus versos. Pero es al salir al patio y observar el monte por el que subía cada día con la cabrada después de recorrer el pueblo llevando las cantarillas de leche recién ordeñada, cuando uno realmente cree conocerlo. Mientras cuidaba el rebaño, el joven pastor leía y escribía sus primeros poemas. En el zurrón llevaba libros de San Juan de la Cruz, Verlaine y Virgilio que le prestaba su amigo Luis Almarcha, el cura que impidió que lo fusilaran al acabar la guerra. CervantesLopeCalderón, Góngora y Garcilaso fueron sus principales maestros.
Es fácil imaginárselo en el jardín, henchido de luz a esta hora de la tarde, bajo la parra que da sombra al pozo y al lavadero, o en el huerto, apoyado en la higuera (“paraíso local (…) donde mi vida pasa / calmándole la sed cuando le abrasa”). El olor del jazmín, las macetas con flores, la buganvilla, el granero, el cobertizo con leñera junto al baño de adobe, la espuerta de serón, los canastos de esparto para meter los cántaros, el corral donde el padre de Miguel guardaba el ganado, separado del patio por una verja pintada de azul, y por fin el huerto con la morera al fondo, fueron el germen de su poesía. Luego llegaría la barbarie y el compromiso social y político, pero es aquí, con este aire levantino y el olor a pienso, donde empieza todo
Artículo de: MIREYA HERNÁNDEZ | 28/06/2017

sábado, 1 de julio de 2017

Guernica: el proceso creativo de un icono

Símbolo de la Guerra Civil española, del antibelicismo mundial y de la lucha por la libertadGuernica es uno de los iconos del mundo contemporáneo. Se trata del grito atemporal contra la guerra, contra la matanza de inocentes, un mensaje de resistencia ante el autoritarismo y el fascismo. GUERNICA consigue reivindicar desde la vanguardia artística que el arte también tiene una función política, creando en este caso la imagen más relevante del siglo XX que defiende la paz y la libertad.



Para acercarnos a una obra como Guernica, es importante conocer cuál fue el proceso creativo llevado a cabo por Pablo Picasso (1881-1973). La obra nace de un encargo realizado por el gobierno español con el que se buscaba la colaboración de Picasso en la Exposition Internationale des Arts et Techniques dans la Vie Moderne de París, en 1937. El Gobierno buscaba utilizar el pabellón como instrumento de propaganda política que reflejara el drama que se estaba viviendo con la guerra. Para ello se contó con alguno de los artistas más importantes del momento, como Joan Miró, Julio González o el propio Picasso.



El encargo de la obra se realizaría los primeros días de enero, tras el cual el pintor alquila un gran taller en el número 7 de la Rue des Grans-AugustinsPicasso, sin embargo, no comienza a trabajar en el cuadro inmediatamente, tardaría más de cuatro meses en comenzar el encargo, tiempo en que decidió cuál debía ser el tema de la obra. Durante este tiempo, algunos de los hechos acaecidos durante la Guerra Civil afectaron al pintor, sobre todo la toma de Málaga, su ciudad natal, el 8 de febrero de 1937. Tras varios meses de abandono, los días 18 y 19 de abril comienza a trabajar en varios bocetos destinados al mural. Se trata de catorce estudios con el tema de El taller: el pintor y su modelo. Este es uno de los temas más recurrentes en la obra de Picasso, pero en este caso encontramos algunos detalles llamativos. En el primer dibujo, el brazo del pintor extendido hacia el caballete es el mismo que sostendrá posteriormente la lámpara en Guernica, y en el último introduciría el primer elemento político, un brazo sosteniendo la hoz y el martillo.



Sin embargo, todo cambia tras el 26 de abrildía en que la aviación alemana, al servicio del ejército nacionalista y a modo de ensayo, bombardea destruyendo en su totalidad la ciudad de Guernica. La noticia llega rápidamente a los periódicos franceses, y el eco de la tragedia propicia que la manifestación del día del trabajador, el primero de mayo en París, se convierta en una muestra de solidaridad y apoyo a España, con más de un millón de participantes. Ese mismo día, Picasso traza el primero de los bocetos de la obra.



Comenzaría así el proceso creativo de la obra, que duraría aproximadamente un mes. En ese tiempo Picasso realiza 45 bocetos en los que abordaría cuáles serían las figuras protagonistas de la escena y la composición de las mismas. Desde el primero de ellos se distinguen varios de los personajes que conformarán el cuadro: el toro, el caballo y la figura de la mujer en la ventana con el brazo extendido llevando una luz. El primer dibujo realizado no habla tanto de la guerra, sino que aparece más bien legado al grabado Minotauromaquia (1935). A este primer dibujo le siguen estudios de composición, dibujos y óleos a los que va añadiendo nuevos elementos: el guerrero muerto, la madre con su hijo muerto, y otros que descartará.



El 11 de mayo, Picasso comenzaría a trabajar con el lienzo a tamaño original, de 3,50 x 7,77 metros.  Durante casi un mes que duraría el proceso de creación, el pintor utilizó el lienzo casi como un cuaderno de ideas, probando siempre nuevas composiciones y estados. Además, será entonces cuando pida a Dora Maar, fotógrafa periodista y su amante durante aquel momento, que cree una serie fotográfica sobre el proceso de creación de GUERNICAEl reportaje fue publicado en el número especial de la revista Cahiers d’Art dedicado monográficamente al cuadro. A partir de las fotografías de Dora Maar podemos ver cómo evolucionó la obra. Desde el principio Picasso utilizó solo el negro y el blanco como colores de la obra, lo cual la dota de un dramatismo de crónica periodística. Entre algunos de los cambios se observa cómo el disco solar que inicialmente iluminaba la escena viene sustituido por una lámpara encendida. A los lados, cuatro mujeres: una que sostiene a su hijo muerto, otra en llamas, la de la ventana y la que huye con los brazos caídos. En la parte superior izquierda aparecerá el toro, con un rostro completamente humanizado. El caballo aúlla de dolor, y en el suelo yacen los cadáveres de un guerrero y, hasta un estado avanzado de la composición, también de una mujer. A medida que todo cobra forma, la composición adquiere la forma de un tríptico con dos franjas verticales a ambos lados y un triángulo en el centro con la lámpara como vértice superior. En los estados finales, el artista traza una cuadrícula en el suelo, rellena con pequeñas rayas continuas el cuerpo del caballo y con otras verticales la falda de la madre, además termina de pintar de negro y gris la zona que rodea la lámpara y dibuja los filamentos de la bombilla. En el hueco vacío que queda entre las cabezas del toro y del caballo, traza unas líneas que conforman una mesa y decide pintar un pájaro gritando.




Sin duda, estamos ante uno de los procesos creativos mejor documentados de la Historia del arte, lo cual facilita, por un lado, saber cuáles fueron los pensamientos de Picasso durante el mes en que creó Guernica, y por otro, hacer de dominio público un documento gráfico sobre la creación de la obra que se convirtió en el grito antibelicista más importante del siglo XX.



Fuente: http://queaprendemoshoy.com