miércoles, 28 de febrero de 2018

Las tres églogas completas de Garcilaso de la Vega



 
Égloga I

AL VIRREY DE NÁPOLES 

Personas: SALICIO, NEMOROSO

     El dulce lamentar de dos pastores,
Salicio juntamente y Nemoroso,
he de cantar, sus quejas imitando;
cuyas ovejas al cantar sabroso
estaban muy atentas, los amores,
de pacer olvidadas, escuchando.
           Tú, que ganaste obrando
           un nombre en todo el mundo
           y un grado sin segundo,
agora estés atento sólo y dado
al ínclito gobierno del estado
albano, agora vuelto a la otra parte,
           resplandeciente, armado,
representando en tierra el fiero Marte;



      agora, de cuidados enojosos
y de negocios libre, por ventura
andes a caza, el monte fatigando
en ardiente ginete, que apresura
el curso tras los ciervos temerosos,
que en vano su morir van dilatando:
           espera, que en tornando
           a ser restitüido
           al ocio ya perdido,
luego verás ejercitar mi pluma
por la infinita, innumerable suma
de tus virtudes y famosas obras,
           antes que me consuma,
faltando a ti, que a todo el mundo sobras.
     En tanto que’ste tiempo que adevino
viene a sacarme de la deuda un día
que se debe a tu fama y a tu gloria
(que’s deuda general, no sólo mía,
mas de cualquier ingenio peregrino
que celebra lo digno de memoria),
           el árbol de victoria
           que ciñe estrechamente
           tu glorïosa frente
de lugar a la hiedra que se planta
debajo de tu sombra y se levanta
poco a poco, arrimada a tus loores;
           y en cuanto esto se canta,
escucha tú el cantar de mis pastores.





     Saliendo de las ondas encendido,
rayaba de los montes el altura
el sol, cuando Salicio, recostado
al pie d’una alta haya, en la verdura
por donde una agua clara con sonido
atravesaba el fresco y verde prado;
           él, con canto acordado
           al rumor que sonaba
           del agua que pasaba,
se quejaba tan dulce y blandamente,
como si no estuviera de allí ausente
la que de su dolor culpa tenía,
           y así como presente,
razonando con ella, le decía:

Puede seguir el texto completo en http://www.espacioebook.com/renacimiento/garcilaso/Garcilaso_Eglogas.pdf

La lírica española en los Siglos de Oro: Renacimiento y Barroco









Apuntes sobre la literatura del Renacimiento

El amor cortés

Selección de sonetos de Garcilaso de la Vega

 
Comentario literario del soneto VII de Garcilaso de la Vega

Apuntes sobre la literatura del Barroco


 Selección de Poesía de los Siglos de Oro

martes, 27 de febrero de 2018

Las figuras literarias

Empecemos por estudiar las figuras literarias o recursos estilísticos para introducirnos en el Renacimiento. La presentación es del profesor Alfredo Márquez.





En este mural de Alejandro Aguilar Bravo encontrarás las principales figuras literarias

Podéis hacer estos ejercicios interactivos y comprobar si habéis acertado


 Señalad las figuras literarias que aparecen en los siguientes versos. 

§         “En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”.
§         Vendado que me has vendido”.
§         “El ruido con que rueda la ronca tempestad”.
§         “Desmayarse, atreverse, estar furioso/áspero, tierno, liberal, esquivo…”
§         “De los sus ojos tan fuertemente llorando”.
§         “Dejó su huella en la blanca nieve”.
§         “No hay océano más grande que su llanto”.
§         “Voltearon el colchón y el sudor salía del otro lado”.
§          “Ardo en la nieve y yélome abrasado”.
§         “Temprano levantó la muerte el vuelo/temprano madrugó la madrugada/temprano estás rodando por el suelo”.
§         “Tu caballera parecía un manojo de espigas de trigo
§         “Soy un fue y un será y un es cansado”.
§          “Volverán las oscuras golondrinas/ en tu balcón sus nidos a colgar”.
§          “La casa oscura, vacía;/ humedad en las paredes;/ brocal de pozo sin cubo, /jardín de lagartos verdes”
§          “El estómago del adolescente era un pozo sin fondo
§          “Más allá de la vida/quiero decírtelo con la muerte;/Más allá del amor,/quiero decírtelo con el olvido
§          “A este Lopico, lo pico”.
§          “Pío, pío, pío! Cabalgo y me río!”
§         ¿Por qué este inquieto, abrasador deseo?  
§          “Ese hombre iba pasado de copas”.  
§          “¿Hiciste ya los deberes de matemáticas?...Estoy haciéndolos en la cancha de tenis.
§          “La mejor pluma de la literatura universal es Cervantes”.
§         Todo el día escucho sonido de aguas que se lamentan”.
§          “Cádiz, salada claridad”.
§          “Un silencio atronador”.
§           “Sombra desnuda, triste presencia”.
§         “Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte /despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo/oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando…”.
§         “Hurra, cosacos del desierto, hurra”.
§         “Unos nacen con estrella/otras nacen estrellados”.
§         “Bésame con besos de tu boca”.
§         “Somos muertos en vida”.
§         “En el mar hay una torre, en la torre una ventana, y en la ventana una niña”.
§         “Por una mirada, un mundo;/por una sonrisa, un cielo; por un beso…yo no sé/qué te diera por un beso”.
§         “Por ti la verde hierba, el fresco viento/el blanco lirio y colorada rosa/y dulce primavera deseada”.
§         “Lo que queremos nos quiere,/aunque no quiera querernos”.
§          “¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China/o en el que ha detenido su carroza argentina/para ver de sus ojos la dulzura de luz,/o en el rey de las islas de las rosas fragantes,/o en el que es soberano de los claros diamantes,/o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?”
§         "Y a solas su vida pasa,ni envidiado ni envidioso"
§          “No digáis que la muerte huele a nada,/que la ausencia de amor huele a nada,/que la ausencia del aire, de la sombra huelen a nada."
§         El tren tose asmáticamente por la ladera"
§         “Pena con pena y pena desayuno/pena es mi paz y pena mi batalla"


jueves, 8 de febrero de 2018

José Saramago: La falsa locura de Alonso Quijano


Óleo original para el libro iIlustrado con láminas cromolitográficas de José Moreno Carbonero y Laureano Barrau



Démosle la vuelta a la medalla y veamos qué hay detrás.
Dice Cervantes, el famoso y nunca demasiado leído autor de Don Quijote, nada más empezar su cuento, que un cierto hidalgo de La Mancha, de nombre Alonso Quijano, hombre de escasos haberes pese a la relativa nobleza de su condición social, había perdido el juicio por efecto del mucho leer y mucho imaginar. Es cierto que las palabras que Cervantes escribió no fueron exactamente ésas, pero unas y otras, como se verá a continuación, acaban en el mismo punto. De hecho, entre el poco dormir y el mucho leer, razón por la que a Quijano se le secó el cerebro, según el autor, y el mucho leer y mucho imaginar, la diferencia no es grande. Quien lee, imagina, y si por mucho leer, duerme poco, parece evidente que tendrá tiempo para imaginar más. Verdaderamente, no creo que conste en los archivos psiquiátricos ningún caso de alguien que se haya vuelto loco por haber leído, aunque mucho, y por haber imaginado, aunque en exceso. Muy al contrario, leer e imaginar son dos de las tres puertas principales (la curiosidad es la tercera) por donde se accede al conocimiento de las cosas. Sin antes haber abierto de par en par las puertas de la imaginación, de la curiosidad y de la lectura (no olvidemos que quien dice lectura dice estudio), no se va muy lejos en la comprensión del mundo y de uno mismo.

Cuando Cervantes afirma tan perentoriamente que Alonso Quijano perdió la razón (así está escrito con todas las letras, no se puede ni negar ni arrancar la página reveladora), está diciendo que Don Quijote de La Mancha, en resumidas cuentas, no es nada más que el loco de Quijano y, por tanto, sin la locura del insignificante hidalgo rural nunca habría existido el caballero andante. Pregunta la inquieta curiosidad: “¿Podría Cervantes haber hecho vivir al sobrio y pacífico Alonso Quijano las atribuladas aventuras que le esperan al justiciero Don Quijote?”. La respuesta sólo puede ser ésta: “Sí y no”. “Sí”, porque, obviamente, tal decisión sería la consecuencia lógica y natural de la libertad que asiste a cualquier autor para hacer con sus personajes lo que mejor entienda, pero, al mismo tiempo, tendrá que ser “no”, ya que los contemporáneos de Cervantes se negarían a admitir, con toda probabilidad, que alguien en su sano juicio anduviera en asuntos de caballerías por esos mundos de Dios y en esos tiempos, dando y recibiendo lanzadas a cada paso (para su infortunio, más recibiendo que dando), haciendo oídos sordos a la sabia prudencia de los consejos de Sancho Panza, su fiel escudero y, como se verá al final del cuento, su único y verdadero amigo. No creo que sea demasiado atrevimiento imaginar a Cervantes sin saber cómo empezar la increíble historia que quería contar, dándole vueltas en la cabeza y llegando por fin a la conclusión de que sólo existía una manera, una sola, de persuadir a los futuros lectores para que acaben aceptando sin exigencias ni desconfianzas los comportamientos delirantes de Quijote, y esa única manera era enloquecer a Quijano. Incluso es posible, si se me permite esta hipótesis adicional, que la obra no hubiera llegado a existir sin la hábil estrategia narrativa de Cervantes, que, al acomodarse a los preconceptos y a las supersticiones de su época, pudo luego extraerles todo el jugo y todo el provecho.
“Don Quijote”, ilustración de Gustave Doré
 Hay, sin embargo, quien ose defender que Alonso Quijano no se volvió loco. Es cierto que muchos de sus actos nos parecen, a la luz de la simple racionalidad, auténticos dislates, como el risible episodio que siempre nos viene a la memoria, aquel en que Don Quijote se precipita lanza en ristre contra los treinta o cuarenta molinos que laboraban en el Campo de Montiel, creyendo, o haciéndole creer a Sancho, que se trataba de una caterva de malvados gigantes con brazos de dos leguas. Se puede preguntar: “¿Alguna vez se ha visto mayor demostración de locura, un hombre queriendo pelear con molinos de viento jurando que son gigantes?”. Realmente, no hay noticia en la historia de la andante caballería de desvarío semejante, siempre, claro está, que nos limitemos a tomar el episodio al pie de la letra, como parece que era el malicioso deseo de Cervantes. Pero imaginemos durante un momento, al menos durante un momento, que Don Quijote no está loco, que simplemente finge una locura. De ser así, no tuvo otro remedio que obligarse a cometer las acciones más disparatadas que le pasasen por la mente para que los demás no alimentaran ninguna duda acerca de su estado de alienación mental. Sólo fingiéndose loco podría haber atacado a los molinos, sólo atacando a los molinos podría esperar que el resto de la gente lo considerara loco. Ahora bien, de acuerdo con este modo de ver, bastante discordante con las ideas generalmente recibidas, fue en virtud de esa genial simulación de Cervantes como el bueno de Alonso Quijano, convertido en Don Quijote, consiguió abrir la cuarta puerta, la que todavía le estaba faltando, la puerta de la libertad. La curiosidad lo empujó a leer, la lectura le hizo imaginar, y ahora, libre de las ataduras de la costumbre y de la rutina, ya puede recorrer los caminos del mundo, comenzando por estas planicies de La Mancha, porque la aventura, bueno es que se sepa, no elige lugares ni tiempos, por más prosaicos y banales que sean o parezcan. Aventura que en este caso de Don Quijote no es sólo de la acción, sino también, y principalmente, de la palabra. Aun cuando sus larguísimos discursos se nos antojen absurdos, incoherentes, despropositados, quién sabe si colocados ahí por Cervantes para reforzar en el espíritu del lector la convicción de que Don Quijote está loco perdido, aun éstos acabarán presentándose como obras maestras de la buena razón y del buen sentido, la más fina retórica discurriendo en el más expresivo de los lenguajes, una dialéctica que el propio Sócrates no desdeñaría, un esplendor de vocabulario que Shakespeare (que moriría el mismo día que Cervantes, el 23 de abril de 1616) tal vez hubiera envidiado.
Admitido que Alonso Quijano fingió estar loco, habrá que responder ahora a dos preguntas inevitables: “¿Por qué y para qué una sustitución de identidad que sólo le iba a acarrear malos pasos, escarnio, ridículo, desastres, humillaciones?”. Muchos años después de que Don Quijote hubiera perdido la batalla contra los molinos de Montiel, pasado a espada unos cuantos odres de vino, de que hubiera bajado a la cueva de Montesinos y perseguido el sueño de una improbable Dulcinea, un poeta francés llamado Arthur Rimbaud escribió estas palabras tan alborozadoras como la lectura de todos los libros de caballería juntos: La vraie vie est ailleurs, es decir, la vida auténtica está por ahí, en otro lugar, no aquí. Lo que el genio de Rimbaud proclamó, que la auténtica vida no es ésta, sino otra, aunque no se sepa ni dónde está ni cómo llegar, ya la pequeñez provinciana del hidalgo manchego lo había intuido. Sin embargo, Alonso Quijano fue más lejos que Rimbaud en esa comprensión, a él no le bastaba con ir en búsqueda de otros lugares donde quizá le estuviera esperando la vida auténtica, era necesario que se convirtiera en otra persona, que, al ser él mismo otro, fuese también otro el mundo, que las posadas se transformaran en castillos, que los rebaños le aparecieran como ejércitos, que las oscuras aldonzas fuesen luminosas dulcineas, que, en fin, mudado el nombre de todos los seres y cosas, sobrepuesta la realidad del sueño y del deseo a las evidencias de un cotidiano aburrido, pudiese devolver a la tierra la primera y más inocente de sus alboradas. A Alonso Quijano no le bastaría decir como Rimbaud: La vraie vie est ailleurs. Sí, la vida auténtica estará en otro lugar, pero no sólo la vida, también está en otro lugar mi yo verdadero, o, como el poeta pudiera haber dicho, aunque no lo dijo, Le vrai moi est ailleurs. Y fue así como Alonso Quijano, montado en su esquelética cabalgadura, grotescamente armado, comenzó a caminar, ya otro, y, por tanto, en busca de sí mismo. Al otro lado del horizonte le esperaba Don Quijote.
Don Quijote pintado por Salvador Dalí 
 José Saramago es escritor portugués, premio Nobel de Literatura. Traducción de Pilar del Río.
* Este artículo apareció en la edición impresa del diario El País del Domingo, 22 de mayo de 2005

domingo, 4 de febrero de 2018

Rodrigo Cota: Diálogo entre el Amor y un Viejo (siglo XV)



Comiença vna obra de Rodrigo Cota a manera de diálogo entrel Amor y un Viejo que, escarmentado dél, muy retraýdo, se figura en vna huerta seca y destruyda, do la casa del Plazer derribada se muestra, cerrada la puerta, en una pobrezilla choça metido. Al qual súbitamente paresció el Amor con sus ministros y, aquél humilmente procediendo y el Viejo en áspera manera replicando, van discurriendo por su habla fasta quel Viejo del Amor fue vencido. Y començó a hablar el Viejo en la manera siguiente:

Cerrada estaua mi puerta.
¿A qué vienes? ¿Por do entraste?
Di, ladrón, ¿por qué saltaste
las paredes de mi huerta?
La hedad y la razón
ya de ti man libertado.
Dexa el pobre coraçón,
retraýdo en su rincón,
contemplar quál las parado.
Quanto más queste vergel
no produze locas flores
ni los frutos y dulçores
que solíes hallar en él.
Sus verduras y hollajes
y delicados frutales
hechos son todos saluajes,
conuertidos en linajes
de natíos de eriales.
La beldad deste jardín
ya no temo quela halles
ni las ordenadas calles
ni los muros de jazmín.
Ni los arroyos corrientes
de biuas aguas notables
ni las aluercas ni fuentes
ni las aues produzientes
los cantos tan consolables.
Ya la casa se deshizo
de sotil lauor estraña
y tornosse esta cabaña
de cañuelas de carrizo.
Delos frutos hize truecos
por escaparme de ti,
por aquellos troncos secos,
carcomidos, todos huecos
que parescen cerca mí.
Sal del huerto, miserable.
Ve buscar dulce floresta,
que tú no puedes enésta
hazer vida deleytable.
Ni tú ni tus seruidores
podés bien estar comigo,
que, aunquestén llenos de flores,
yo sé bien quántos dolores
ellos traen siempre consigo.
Tú traydor eres, Amor;
delos tuyos enemigo
y los que biuen contigo
son ministros del dolor.
Sábete que sé que son
Afán, Desdén y Desseo,
Sospiro, Celos, Passión,
Osar, Temer, Afición,
Guerra, Saña, Deuaneo,
Tormento y Desesperança,
Engaños con Ceguedad,
Lloros y Catiuidad,
Congoxa, Rauia, Mudança,
Tristeza, Dubda, Coraje,
Lisonja, Troque y Espina
y otros mil deste linaje,
que con su falso visaje
su forma nos desatina.