lunes, 31 de enero de 2011

Luis García Montero: Coplas a la muerte de su colega

Aún hoy sigue siendo motivo de inspiración un poema medieval como las coplas de Manrique. Y es que la muerte es tema de preocupación del hombre de toda época. El poeta granadino Luis García Montero ha recreado las sextillas del escritor del XV en un poema de gran calidad artística dirigido a un amigo muerto a causa de las drogas:




1
Recuerda, si se te olvida,
que este mundo es poca cosa,
casi nada,
que venimos a la vida
con la sombra de una losa
no pagada.
Los días como conejos
nos llevan en ventolera
al infierno,
su curso nos hace viejos
trocando la primavera
en invierno.
2
El criador, con grande enojo,
cuando en la vida nos mete
y nos suelta,
para no quitarnos ojo
nos manda como un billete
de ida y vuelta.
Nacemos al desayuno,
comemos según vivimos
y cenamos
cuando parece oportuno,
por eso mientras dormimos
descansamos.

3
Nuestras vidas son los sobres
que nos dan por trabajar,
que es el morir;
allí van todos los pobres
para dejarse explotar
y plusvalir;
allí los grandes caudales
nos engañan con halagos
y los chicos,
que explotando son iguales
las suspensiones de pagos
y los ricos.
4
Mas porque pase la vida
sin que podamos sacarla
de este pozo,
no la demos por perdida,
que es posible rescatarla
con el gozo.
Pues decidme, la hermosura
de esos dos labios tan bellos
y empapados,
cuando pierdan su ternura
¿qué se podrá hacer con ellos
disecados?

5
¿Qué hace ahora pendulero,
tan vacío y contrahecho,
sin color,
aquel órgano certero
que se puso tan derecho
en el amor?
¿Qué se hizo Marilyn?
Aquellos Beatles de antaño,
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto sinfín
de galanes que en un año
nos vendieron?
6
Y los tunos, los toreros,
las cantantes de revista
en el olvido;
las folklóricas primero,
el marqués y la corista
¿dónde han ido?
¿Dónde están los generales,
sus medallas y su espada
sin conciencia,
sino esperando mortales
a que les sea dictada
su sentencia?

7
Y el ritmo de los roqueros,
los canutos y la risa
del pasota,
los chorizos tironeros
que han vivido tan deprisa
y el drogota
que se inyecta mil caballos
por las venas, los colgados
y el camello,
¿dónde iremos a buscallos,
dónde son tan olvidados,
qué fue de ellos?
8
Todo pasa, es aguanieve
que se deshace en el suelo
silenciosa,
mientras que la vida llueve
y se nos puebla de duelo
cuando acosa,
nos apremia con su mano
y con sus ojos nos niega
torpemente,
el corazón de un hermano,
la presencia de un colega
diferente.

9
Recuerdo que atardecía,
recuerdo que vi su coche
detenerse,
recuerdo la compañía
de sus ojos en la noche,
sin saberse
tras la boca de un gatillo
que esperaba tembloroso
y asesino,
meterse por un pasillo
de aquel corazón dudoso
y su destino.
10
Y recuerdo la culebra
de la vida, fría, inerte
por su cara,
empapado de ginebra,
esperando que la muerte
lo besara.
Se lo llevó con desgana
la canción de una ambulancia
malherida,
las grúas de la mañana
recogieron su arrogancia,
ya sin vida.

11
Camarada de su gente,
¡qué pantera en el coraje
por nosotros!
¡Qué canalla adolescente!
¡Qué enemigo tan salvaje
con los otros!
Y para el valor, ¡qué fiero!
¡Qué destreza de alimañas!
¡Qué razón!
Para el amor marinero,
gobernando en sus pestañas
la pasión.
12
No dejó ningún tesoro,
dos jeringas en el suelo
sin sentido,
su navaja en deterioro,
su gabán de terciopelo
descosido.
Pero estuvo en la ciudad
y acaudilló los suburbios
con la suerte,
y habló de la libertad
hasta ver los ojos turbios
de la muerte.
13
Y porque fue capitán
de camadas y patrullas
sin juicio,
porque ya no nacerán
dos manos como las suyas
para el vicio,
porque jamás nos vendió
y mordimos el anzuelo
de su historia,
aunque la vida perdió
dejónos harto consuelo
su memoria.

viernes, 28 de enero de 2011

José Hierro: Canción de cuna para dormir a un preso

José Hierro, como Gil de Biedma, pertenece a la llamada Generación de los años 50. Como Jaime, comenzó su andadura literaria con un tono marcadamente social, revolviéndose contra las injusticias que la situación política española acarreaba; y como Jaime también, viró en su poética hacia un mundo más intimista, menos preocupado por la estética y las cuestiones formales del verso.

En este poema que traigo hoy al blog, el poeta se dirige a un preso con la intención de acunarlo, de hacer que duerma como un niño. La noche tiene espacios para volar, la noche es amplia, no tiene límites ni rejas. El poeta quiere que el preso olvide su historia, la historia que lo ha llevado a estar entre barrotes de hierro frío.



La gaviota sobre el pinar.
(La mar resuena.)
Se acerca el sueño. Dormirás,
soñarás, aunque no lo quieras.
La gaviota sobre el pinar
goteado todo de estrellas.

Duerme. Ya tienes en tus manos
el azul de la noche inmensa.
No hay más que sombra. Arriba, luna.
Peter Pan por las alamedas.
Sobre ciervos de lomo verde
la niña ciega.
Ya tú eres hombre, ya te duermes,
mi amigo, ea...

Duerme, mi amigo. Vuela un cuervo
sobre la luna, y la degüella.
La mar está cerca de ti,
muerde tus piernas.
No es verdad que tú seas hombre;
eres un niño que no sueña.
No es verdad que tú hayas sufrido:
son cuentos tristes que te cuentan.
Duerme. La sombra toda es tuya,
mi amigo, ea...

Eres un niño que está serio.
Perdió la risa y no la encuentra.
Será que habrá caído al mar,
la habrá comido una ballena.
Duerme, mi amigo, que te acunen
campanillas y panderetas,
flautas de caña de son vago
amanecidas en la niebla.

No es verdad que te pese el alma.
El alma es aire y humo y seda.
La noche es vasta. Tiene espacios
para volar por donde quieras,
para llegar al alba y ver
las aguas frías que despiertan,
las rocas grises, como el casco
que tú llevabas a la guerra.
La noche es amplia, duerme, amigo,
mi amigo, ea...

La noche es bella, está desnuda,
no tiene límites ni rejas.
No es verdad que tú hayas sufrido,
son cuentos tristes que te cuentan.
Tú eres un niño que está triste,
eres un niño que no sueña.
Y la gaviota está esperando
para venir cuando te duermas.
Duerme, ya tienes en tus manos
el azul de la noche inmensa.
Duerme, mi amigo...
Ya se duerme
mi amigo, ea...

jueves, 27 de enero de 2011

Jaime Gil de Biedma: Contra Gil de Biedma


La poesía de Jaime Gil de Biedma está repleta de él mismo. El poeta pasó de un compromiso social, de denuncia de la pobreza y miseria de la España del franquismo, a una poesía intimista en la que habla sin tapujos de sí, en un tono desencantado y pesimista, con el que pone en tela de juicio hasta la existencia.
Lo más destacable de sus poemas es quizá la facilidad para llegar a todo el mundo, porque sus palabras se llenan de coloquialismo, su poesía se hace narrativa. Es esa campechanía, esa llaneza, la que hace que los lectores se conviertan en sus cómplices. Para él, vida y poesía son una misma cosa.
En la segunda estrofa de este poema, el escritor hace un retrato suyo, en el tono de desencanto que se despliega por todo el texto.


De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación —y ya es decir—,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?

Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.

Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
—seguro de gustar— es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.

Si no fueses tan puta!
Y si yo supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.

A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!


jueves, 13 de enero de 2011

El peral de la tía Miseria

La sabiduría popular pretende dar explicación clara y convincente a las preocupaciones de los hombres de todas las épocas. Este cuento, recogido por A. Rodríguez Almodóvar, da razón de la persistencia del hambre y la miseria.


La tía Miseria era una pobre anciana que vivía de la limosna. Tenía un hijo, llamado Ambrosio, que andaba por el mundo, tam­bién pidiendo. Y poseía un perro mil razas, que la acompañaba en la pequeña choza en que habitaba. Junto a la misma tenía un peral, del que obtenía poco fruto, pues los chavales del pueblo le robaban las peras nada más madurar.

Un día llegó a la puerta de su casa un hombre pobre y, como helaba fuera, la tía Miseria lo acogió en la choza. Compartió con él lo poco que tenía para cenar y le fabricó un rudimentario jergón para que pudiera dormir. Al despertar, por la mañana, también le ofreció un humilde desayuno.

El pobre, agradecido, se dirigió entonces a Miseria diciéndole:

-En vista de tu noble corazón, voy a concederte un deseo pues, aun­que me veas vestido como un pobre, en realidad soy un ángel del cielo.

Aunque Miseria no quería nada, el santo insistió y, entonces, se acordó la anciana del peral:

-Éste es mi deseo -dijo-: que cuando alguien suba al peral, no pueda bajar sin mi permiso.

Al instante le fue concedido el deseo, y fue la idea tan definitiva que, al cabo de poco tiempo, tras algunos palos de bastón y no pocos jirones en sus ropas, no volvió a acercarse al peral un solo zagal.

Así pasaron largos años, hasta que un hombre alto y seco, con una guadaña, se acercó a la puerta de la choza y comenzó a llamar a la tía Miseria:

-Vamos, Miseria, que es hora.

Miseria, que reconoció rápidamente a la Muerte, no pareció estar muy de acuerdo: —¡Hombre, ahora que empezaba a disfrutar algo de la vida! —le dijo. ¿Por qué no me haces el favor de cogerme esas cuatro peras del árbol, mientras yo me preparo para el viaje. La Muerte, ingenua, se dispuso a coger las peras y, como estaban en todo lo alto, no tuvo más remedio que subir al árbol. En ese momento escuchó la carcajada de Miseria que, asomada a la venta­na, le decía: -¡Muerte fiera, ahí te quedarás hasta que yo quiera!

Y quiso Miseria que allí se quedara, hiciera calor o helara, durante muchos años. Tantos que en el mundo empezó a sen­tirse la falta de la Muerte. Nadie moría, ni en las guerras, ni por enfermedad, ni por vejez. Había ancianos de más de trescientos años, en estado tan penoso que ellos mis­mos buscaban poner fin a su vida.

Algunos se tiraban por los precipicios, otros al mar, otros se arrojaban a las vías del tren, pero ninguno lograba su propósito y los hospitales se llenaban, sin poder atenderlos a todos.

Así hasta que la Muerte vio pasar por allí cerca a un médico, antiguo conocido y amigo de ella: —¡Eh, viejo amigo, acércate y observa mi estado! ¡Duélete de mi situación! ¡Avisa a las gentes del pueblo y venid a cortar este maldito árbol!

Al poco llegaron los vecinos, armados con sus mejores hachas. Todo lo intentaron, pero nada logró hacer la mínima mella en el tronco. Y todos los que quisieron bajar de allí a la Muerte, sólo con­siguieron quedarse con ella colgados. Entonces empezaron a rogar a la vieja Miseria que se apiadase de ellos, de los que tanto sufrían y que permitiera bajar del peral a la Muerte y a sus acompañantes. Tanto insistieron que al fin cedió la tía Miseria, aunque con una condición: -Que no te acuerdes de mí ni de mi hijo Ambrosio hasta que te llame por tres veces.

Accedió la Muerte, y bajó, y comenzó a cumplir con todo el tra­bajo que tenía pendiente, lo que la tuvo ocupada durante muchas semanas. Todos los que debieran haber muerto, veían llegar su hora. Todos menos la anciana y su hijo, que por eso viven todavía la miseria y el hambre.

El peral de la tía Miseria, cuento popular andaluz. Adaptado sobre versiones de A. Rodríguez Almodóvar y J. M.a Guelbenzu.

lunes, 10 de enero de 2011

El Sintagma Nominal. El sustantivo

Entramos en el apartado de la morfología principios de la sintaxis.

El primer tipo de palabras que vamos a estudiar es el SUSTANTIVO, es decir, la palabra que sirve para referirse a personas, animales, objetos, ideas o sensaciones. Tiene variación de género y de número, funciona como núcleo del Sintagma Nominal.



Este enlace de Alfonso Sancho te puede ayudar. En él vas a encontrar todas las funciones que puede realizar un Sintagma Nominal. Debes pinchar en los hipertextos que te llevan a las presentaciones.
Otras notas interesantes.
Teoría y actividades.

domingo, 2 de enero de 2011

El tiempo entre costuras de María Dueñas

María Dueñas ha entrado en el panorama literario español con una fuerza poco corriente.

Acabo de terminar las 630 páginas de una novela que me ha tenido y mantenido enganchado los últimos días, estos de las vacaciones de navidad. ¡Qué disfrute! ¡Cuánto me ha gustado!

Hacía tiempo que un relato no mantenía mi atención en vilo como lo ha hecho este.

Qué fuerza tiene ese personaje de la costurera, Sira-Arish, cómo ha ido evolucionando en consonancia con las circunstancias de su entorno. María Dueñas ha tejido una trama en la que los hilos van juntándose para no dejar zonas al descubierto, de forma que el lector va andando, cual funambulista sin red, por una cuerda que siempre está en tensión.

Su dedicación a los dedales, las agujas y las telas marcan la columna vertebral de esta historia. De la profesión de su madre, Dolores, aprende los rudimentos de los pespuntes con los que hilvanar, primero en Tánger y luego en Tetuán, las coartadas para zafarse, con la ayuda de la astuta Candelaria, de las garras del comisario Vázquez.

El taller la pone en comunicación directa con el mundo de la moda por la que suspiraban las mujeres de los oficiales y de los altos dignatarios políticos en el Protectorado español del norte de África.

Y allí entra en juego otro personaje de gran fuerza narrativa, Rosalinda Fox, sofisticada y apasionada del lujo y los vestidos. Su relación con Beigbeder, alto comisario del gobierno de España en Marruecos, le permitía mantener un alto tren de vida. La relación entre la protagonista y ella será determinante en el devenir de la novela. Por ella conoció a Marcus Logan, un supuesto periodista que la hacía suspirar.

Desde luego, la novela se sitúa en la mejor tradición de la novela de espionaje (las condiciones políticas de la España del momento eran inmejorables para ello), sobre todo desde la tercera parte. Ahí será cuando llegue el momento culminante de la trama, el punto en el que la costurera da un profundo cambio en su interior y en sus relaciones sociales, que se amplían hasta límites insospechados. Empieza su verdadero entrenamiento para convertirse en esa gran antena que es capaz de recoger cualquier detalle, por insignificante que pueda parecer. Y, gracias a Marcus, consigue que su madre vuelva a su lado, desde el Madrid destruido por la Guerra Civil, y recupere la alegría con el trabajo en su taller de modas.

La escritora hace una recreación histórica desde los años veinte a la Segunda Guerra Mundial, y mezcla personajes históricos con otros de ficción, un pespunte de espionaje, un sobrehilado de exotismo, una alforza de romance, y la intriga en el bies de los trajes que Sira va confeccionando.

De Tetuán salta a Madrid. La inteligencia británica le prepara el escenario adecuado. Repite su tapadera como modista en pleno centro de la ciudad, muy cerca de las residencias de las esposas de los oficiales alemanes, que soltarán sus lenguas, embelesadas por los brillos rutilantes de la sedas y los satenes que Arish Agoriuq les va presentando, sin sospechar si quiera que la modista había llegado a Madrid para ser el gran oído del servicio secreto inglés en España, misión que cumple a rajatabla sin levantar suspicacias.

El mismísimo Joseph Conrad podría haber firmado muchas de estas páginas.

La costurera ha perdido ya definitivamente la candidez y empieza a darse cuenta del terreno que está pisando.

Más tarde cruza la frontera con otra nueva misión en Lisboa, ciudad en la que establece una relación de seducción en dos direcciones con un empresario dispuesto a comerse el mundo en estos tiempos convulsos de guerra en España y preguerra europea. Y al final…María deja abiertas las posibilidades para desenlaces varios; y será el lector quien tenga que elegir el destino que quiere para los personajes.

Del blog de la propia autora he tomado las fotos para hacer esta presentación de diapositivas de los lugares y personajes que aparecen en el libro: