domingo, 31 de mayo de 2015

Enrique Jardiel Poncela: Un marido sin vocación


Jardiel Poncela (Madrid, 15 de octubre de 1901-Madrid, 18 de febrero de 1952) pertenece a lo que dio en llamar "la otra Generación del 27". Su obra, relacionada con el teatro del absurdo, se alejó del humor tradicional y se acercó a otro más intelectual, inverosímil e ilógico; rompió así con el naturalismo tradicional imperante en el teatro español de la época. Esto le supuso ser atacado por una gran parte de la crítica de su tiempo, ya que su humor hería los sentimientos más sensibles y abría un abanico de posibilidades cómicas que no siempre eran bien entendidas.


Nota: Narración escrita por el autor sin utilizar la letra “e”.

Un otoño -muchos años atrás-, cuando más olían las rosas y mayor sombra daban las acacias, un microbio muy conocido atacó, rudo y voraz, a Ramón Camomila: la furia matrimonial.
-¡Hay un matrimonio próximo, pollos! -advirtió como saludo a su amigo Manolo Romagoso cuando subían juntos al Casino y toparon con los camaradas más íntimos.
-¿Un matrimonio?
-Un matrimonio, sí -corroboró Ramón.
-¿Tuyo?
-Mío.
-¿Con una muchacha?
-¡Claro! ¿Iba a anunciar mi boda con un cazador furtivo?
-¿Y cuándo ocurrirá la cosa?
-Lo ignoro.
-¿Cómo?
-No conozco aún a la novia. Ahora voy a buscarla…
Y Ramón Camomila salió como una bala a buscar novia por la ciudad.
A las dos horas conoció a Silvia, una chica algo rubia, algo baja, algo gorda, algo sosa, algo rica y algo idiota; hija única y suscriptora contumaz a La moda y la Casa (publicación para muchachas sin novio).
Y al año, todos los amigos fuimos a la boda. ¡La boda! ¡Bah!… Una boda como todas las bodas: galas blancas, azahar por todos lados, alfombras, música sacra, bimbas, sonrisas, codazos, almohadón para hincar las rodillas los novios y para hincar las rodillas los padrinos; lunch, sandwichs duros como un fiscal…
Al onzavo sandwich hubo una fuga súbita por la sacristía y un auto pasó raudo, y unos gritos brotaron:
-¡Adiós! ¡Adiós! ¡Vivan los novios! ¡Vivaaan!
Y los amigos cogimos otro sandwich -dozavo- y otra copita. Y allí acabó la cosa.

Mas, para Ramón Camomila, la cosa no había acabado allí…
Al contrario: allí daba principio.
Y al subir con su novia al auto fugitivo, vio claro, vio clarísimo: ni amaba a Silvia, ni notaba inclinación ninguna al matrimonio, ni sintió su alma con la vocación más mínima por construir un hogar dichoso.
-¡Soy un idiota! -murmuró Ramón-. No valgo para marido, y lo noto cuando ya soy ciudadano casado…
Y corroboró rabioso:
-¡Soy un idiota!
Silvia, arrinconada junto a Ramón, bajaba los ojos con rubor, y al bajar los ojos subía dos mil grados la rabia masculina.
-¡Dios mío! -gruñía Ramón mirándola-. ¡Casado! ¡Casado con una niña insulsa como unas natillas!… No hay ya salvación para mí…, ¡no la hay!
Incapaz para dominar su irritación, dirigió unas palabras durísimas a Silvia.
-¡Prohibido fingir rubor y mirar a la alfombra! -gritó. (Silvia miró al parabrisas con infantil docilidad).
Y Ramón añadió para su sayo, alumbrado por una brusca solución:
-Voy a lograr su odio. Voy a obligarla a suplicar un divorcio rápido. Poco valgo si no logro inspirarla asco con cuatro o cinco burradas a cual más disparatada…
Y tal solución tranquilizó mucho a su alma.

Por lo pronto, al subir a la fotografía (visita clásica tras una boda), Ramón hizo la burrada inicial. Un fotógrafo modoso y finísimo abordó a Ramón y a Silvia.
-Grupo nupcial, ¿no? -indagó.
-Sí -dijo Ramón. Y añadió-: Con una variación.
-¿Cuál?
-La sustitución más original vista hasta ahora… Novio por fotógrafo. Hoy hago yo la foto… ¡Viva la originalidad!
Y Ramón aproximó la máquina y advirtió al asombrado fotógrafo:
-¡Vamos! Coja por la mano a la novia y sonría con ilusión. La cara más alta… ¡Cuidado! ¡Así!… ¡Ya!
Ramón tiró la placa, y a continuación obligó al pago al fotógrafo; guardó los duros y salió con Silvia orondo y dichoso.
-¡Al auto! -mandó. (Silvia ahora iba llorando)-. ¡La cosa marcha! -susurró Ramón.

Al otro día trasladaban sus organismos a Irún. (Lo clásico, asimismo, tras una boda.)
Ramón no quiso subir al vagón con Silvia.
-Yo viajo con los maquinistas -anunció-. Voy a la locomotora… ¡Hasta la vista!
Y subió a la locomotora, y ocupó su actividad ayudando a partir carbón. Al arribar a Irún había adquirido un magnífico color antracita.
***
Ya allí, compró sus harapos a un sordomudo andrajoso, vistió los harapos y marchó a la fonda a buscar a Silvia.
Y tocado con las ropas andrajosas anduvo por Irún, acompañando a Silvia y cogido a su brazo mórbido y distinguido. Nutrido público los miraba al pasar, asombrado.
Silvia sufría cada día más.
-¡La cosa marcha! ¡La cosa marcha! -murmuraba todavía Ramón-. Pronto rogará Silvia un divorcio total. Sigamos con las burradas. Sigamos con la droga antimatrimonial, multiplicando la dosis.
***
Ramón vistió a continuación sus fracs más maravillosos, y al pisar un salón, un dancing u otro lugar público acompañado por Silvia, imitaba a los criados, y con un paño al brazo acudía solícito a todas las llamadas.
Una mañana pintó sus párpados con barniz rojo.
***
Por fin lo trasladaron al manicomio.
Y Ramón asistió a su propia dicha: su contrato matrimonial yacía roto y vivía imposibilitado para otra boda con otra Silvia… 


FIN

Ventanilla de cuentos corrientes, Madrid, 1930

viernes, 8 de mayo de 2015

Comenius meeeting in Sundsvall (Suecia) del 14 al 19 de abril


Dentro de las actividades de este segundo programa Comenius en el que el IES Pablo Neruda está embarcado desde el curso 2013-14 el pasado martes 14 de abril dos profesores y dos alumnos partimos con ilusión hacia Sundsvall (Suecia) para participar en un nuevo encuentro de intercambio de experiencias y de conocimiento mutuo entre los centros de Secundaria que intervaníamos: Suecia, Austria, Reino Unido, Italia y España. Han sido 17 horas de viaje para allá y otro tanto de vuelta.
El asunto de este encuentro ha sido la Atención a la Diversidad. Cada centro ha presentado su forma de tratar la diversidad con los medios de que dispone. Desde aquí queremos agradecer a Isabel y a Lola la colaboración prestada para nuestra aportación en esta cita.



De nuevo hay que recalcar que lo que da valor a estas experiencias es que nuestros estudiantes conviven por unos días con la familia sueca de acogida. Han tenido que desarrollar sus competencias lingüísticas en la lengua inglesa, han conocido nuevas costumbres, nuevos paisajes y nuevas formas de entender las cosas.
El horario de trabajo es similar al nuestro, si bien es cierto que cuando nosostros hacemos la parada del desayuno, allí es hora de comer. Acabado el almuerzo, seguimos con el trabajo.
Los alumnos nuestros han participado en la actividad académica del centro, pero también en las actividades propias de este intercambio, preparando, junto con los profesores en algunos casos, los trabajos que había que exponer en una puesta en común que se realizó en el vestíbulo del instituto el viernes después de la cena, como una de las actividades programadas en el "Cultural Evening", que por cierto resultó muy ameno y estuvo muy bien orquestado por los estudiantes suecos.





También hemos tenido algo de tiempo para conocer los alrededores, y propia ciudad de Sundsvall y su leyenda del dragón, su emblema. Cuenta esta leyenda que en el año 1888 sufrió un terrible incendio que la dejó reducida a cenizas. Literalmente. No era la primera vez que Sundsvall ardía, también lo hizo un siglo antes cuando los rusos le prendieron fuego pero nunca hasta entonces lo había hecho con tanta violencia y destrucción. Dicen que fue el mayor incendio visto en Suecia. Hay que tener en cuenta que en la época era común que las ciudades estuvieran construidas principalmente en madera. Pura estopa. Pero parece que una casa se salvó de esta tragedia, cuya veleta tenía forma de dragón. De ahí que la gente asociara a este ser legendario con la salvación de la ciudad. Desde entonces El dragón se puede ver por toda Sundsvall de muy distintas maneras, y, cómo no, nos lo encontramos en la entrada del instituto.

 

El sábado Kurt, profesor sueco de Historia, fue quien nos acompañó a conocer un poco de la historia de la comarca, nos invitó a café en una cabaña de sus padres junto a uno de los muchos lagos que hay por esas tierras, y nos llevó a comer a un lugar privilegiado, un restaurante que hay en la cima de un monte que rodea la ciudad, con unas vistas magníficas sobre Sundsvall y el mar Báltico que baña las costas suecas.


Y ya poco más, porque había que madrugar. Nos esperaban muchas horas de viaje de vuelta. 
Cansados, pero más que satisfechos.

Próxima parada: Polonia. Y broche final a este Comenius.