martes, 15 de diciembre de 2009

Felices Fiestas


Estos días del fin de ciclo anual nos volvemos un poco melancólicos, se apoderan de nosotros, tal vez como algo cultural, la idea de los buenos sentimientos, del mirar para los demás, de tender la mano a quien la necesita.

Pero de la misma manera vemos que salir a la calle en los días de la Navidad supone que se apodere de ti un sentimiento de cabreo perpetuo. Todo está de bote en bote; todo el mundo comprando en una loca carrera desenfrenada para llegar al día 6 de enero con todos los deberes hechos, y que no se te haya olvidado nadie. Comprar por cumplir lo que se espera de nosotros en los días que estamos.

Llega la tensión porque llegan las reuniones familiares; hay que repartirse un día en casa de los padres de uno, y otro en la casa de los suegros del otro. La sonrisa alquilada y bien sujeta tratando de que nadie se enfade y de que podamos cumplir con el rito para la próxima ocasión.

Y llegamos, de vuelta de vacaciones, con la sensación de que necesitamos unos días de descanso, pero de verdad.

Por eso, me ha gustado mucho la reflexión que deja este cuento encastrado en un artículo escrito en El Mundo por Asha Miró:


«Dice una leyenda muy antigua que el Dios de los dioses se sentía muy solo en el Universo infinito y pensó que le iría muy bien tener compañía. Inspirado, creó unas criaturas y les insufló la vida con su aliento. Éstas fueron creciendo y multiplicándose hasta encontrar la Llave de la Felicidad. Siguieron su camino y se fueron transformando y avanzando hacia la esencia divina, llegando a formar parte de ella.

El Dios de los dioses volvió a sentir la soledad y una gran tristeza le inundó de nuevo. Reflexionó y meditó hasta que, un buen día, pensó que había llegado el momento de crear nuevamente, pero esta vez quería moldear y dar vida a un ser humano. El único miedo que tuvo fue que éste también descubriera la Llave de la Felicidad y encontrara el camino hacia Él, para acabar convirtiéndose en divinidad.

¿Dónde podría guardar la llave para que el hombre y la mujer no la encontraran nunca? Se propuso buscar el escondite más secreto. Pero una vocecita le decía en su interior que el hombre y la mujer acabarían sumergiéndose en el más profundo de los océanos, y que tampoco estaría segura en ninguna de las cuevas entre las nieves perpetuas del Himalaya, que antes o después la encontrarían. Ni siquiera estaría segura en un remotísimo confín del espacio, porque un día el hombre exploraría el Universo.

Un día, al despuntar los primeros rayos del sol, al Dios de los dioses se le ocurrió que el único lugar donde el hombre no buscaría la llave de la felicidad sería dentro sí mismo: dentro de su propia alma. Entonces, con total sabiduría y conciencia,creó al hombre y a la mujer, colocando en su interior la Llave de la Felicidad».


De cualquier manera, FELIZ NAVIDAD.

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