Este fin de semana hemos cabalgado a lomos de nuestras monturas para llegar a la cuenca minera de Riotinto. La realidad es que hace tiempo que era un proyecto familiar, pero, como casi siempre, debido a la cercanía, uno va posponiendo siempre para mejor ocasión.
La Asociación Andaluza de Profesores de Español “Elio Antonio de Nebrija” ha organizado un paseo con textos de Juan Cobos Wilkins, José Mª Morón y Concha Espina.
Comenzamos a las once de la mañana con la visita del Museo Minero, montado en el edificio del que fue Hospital construido por los ingleses en los años veinte. Se trata de un paseo, a través de las diferentes salas, por los 5000 años de historia de la minería en Riotinto. Hasta se puede entrar por los pasadizos de una mina reproducida a tamaño real.
Los ingleses, con sus sólidas convicciones imperialistas victorianas, no se conformaron con adquirir los terrenos para sus explotaciones mineras, no; el contrato, firmado con nuestros “hábiles” gobernantes de entonces (¡qué poco hemos cambiado!), incluía el suelo y el subsuelo. Por tanto, se trataba de una colonización en toda regla. No había posibilidad alguna de que las circunstancias obligaran a expropiación de ningún tipo.
Por eso, sus prospecciones podían obligar a que el pueblo en su conjunto fuera siendo reconstruido en diferentes emplazamientos, según fuera conviniendo.
Hacían y deshacían a su antojo. Para muestra, un botón. La famosa “manta”. La extracción del mineral a veces se producía en plena calle. Para obtener el mineral buscado se colocaban montones sobre hogueras. Eso liberaba al aire todo tipo de materias volátiles tóxicas y se creaba una atmósfera ciertamente irrespirable. Es fácil suponer que la esperanza de vida de la población autóctona era extremadamente baja. Esos días ni los obreros podían salir de casa para trabajar en la mina. Y cobraban la mitad del salario. La Compañía además los consideraba borrachines y les retenía el 80 % del dinero; les daban vales para comprar comida, vales canjeables solo por productos de su propio economato… El negocio era redondo. Nuestra guía Raquel era todo un pozo de sabiduría, amabilidad y buen talante.
Se puede ver en el museo el tren (servicio para hombre y para mujer, agua fría y caliente, cuando nadie en el pueblo tenía ni agua corriente) construido con madera para una visita frustrada a la India de la reina Victoria, y que fue comprado por la Compañía para otra visita a Riotinto del rey Alfonso XIII, que tampoco pudo llevarse a cabo.
Sorprenden las comodidades de una familia burguesa muy acomodada en la España miserable de esos años, solo envidiada por los centroeuropeos por su envidiable clima.
Así es, un tren de la época nos llevó siguiendo el curso del río por el camino de hierro que seguía el mineral para ser embarcado en los muelles de Huelva.
En definitiva, una visita muy recomendable, bien montada y de gran interés que nos deja en la retinas imágenes de otros mundos, como está intentando demostrar la mismísima NASA.
3 comentarios:
Me sigues sorprendiendo con tu dominio de las tecnologías y del lenguaje.
Te faltan algunas fotos del Museo y el menú de La fabrica.
Por lo demás, estupendo.
Magnífico paseo por las tierras mineras y las aguas rojizas de "Marte". Hay que seguir dando a conocer lo que tenemos tan cerca y resulta tan atrayante.
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