miércoles, 16 de marzo de 2011

Lorca: Romance de la luna luna

El poema que traigo hoy es uno de los más conocidos del poeta de Fuentevaqueros, el que recrea un diálogo simbólico entre la luna y un niño que muere en una fragua, el ámbito propio de los gitanos hasta hace relativamente poco tiempo.
La repetición de luna en el título, así como de vela al final del poema nos señala las reiteraciones de las canciones infantiles y nos introduce en un aparente mundo de ingenuidad, que rápidamente queda desmentido.
Lorca se vale del molde estrófico del romance para crear un lenguaje lleno de símbolos, con lo que la tradición y la vanguardia se dan la mano en estos versos. La luna, trasunto de la muerte en la poesía de Lorca, emprende una danza (algo muy natural en el mundo gitano) para atraer al niño. Éste luego le advierte que los miembros de su familia se están acercando y que no la van a tratar bien. Este diálogo entre la luna-muerte y el niño es lo que realmente da el dramatismo a esta escena.
Federico, como es norma en los romances, utiliza el juego de los tiempos verbales de pasado, cuando narra, y de presente cuando muestra el lado lírico.
En realidad, la anécdota queda confundida en un mundo de sensaciones que nos llevan al origen, el natural miedo a la muerte. Lo que queda al final es la impresión del destino trágico, del fatum, de lo fatal.



La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.

En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.

Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.

Niño déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.

Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño déjame, no pises,
mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.

Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

¡Cómo canta la zumaya,
ay como canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con el niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
el aire la está velando.

2 comentarios:

Virginia dijo...

Una vez más, un placer escucharte recitar, Manolo. Y leer la introducción que haces a cada uno de los poemas, ya que en cuatro pinceladas, das las claves para la interpretación y comprensión de los textos.

Gracias

Manuel López dijo...

Virginia, te agradezco tus palabras, amables, como siempre. Y te agradezco también tu fidelidad a este aprendiz de bloguero.
Un saludo.