Florencia no puede dormir, está desvelada, y se pone de muy mal humor. Osvaldo, su marido, la conoce bien y sabe que lo mejor es dejarla sola. Se aleja de la casa, vuelve cada cierto tiempo, pero la mujer no ha podido dormir y está de un humor de perros. Considera que debe alejarse por un tiempo. Su cuñada le ofrece una cama en su casa mientras dura la crisis, una crisis que se prolonga durante bastante tiempo, porque Florencia no consigue relajarse y cerrar los ojos.
Los rumores sobre el muchacho que la visita son ciertos: se trata de Mauricio, el menor de los Ledesma. Ha pasado incluso algunas noches con Florencia, ahí en la casa. Pero ella las pasó despierta.
En el negocio las cosas marchan bien. Con Albornoz es fácil entenderse. Osvaldo pasa ahí los mejores ratos del día. A veces consigue distraerse hasta tal punto que hasta llega a tener la impresión de que, al concluir la jornada, va a volver a su casa, con Florencia, a estar juntos como siempre, y después se van a ir a dormir. La ilusión por supuesto se rompe, porque no es a su casa adonde vuelve, sino a la hostería de la viuda de Ortiz, a quedarse sentado mirando, esperando (esperando a que Florencia se duerma).
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