jueves, 5 de junio de 2025

Elsa Borneman: La edad del pavo

 Como tantísimos príncipes y princesas de los cuentos, la princesa de éste también estaba

mortalmente triste, había perdido su risa y languidecía —hora tras hora— sin que nadie en el palacio supiera qué hacer para remediar ese mal.

—Mi Nunila se está consumiendo... —gemía la reina.
—Mi adorada hijita desfallece... —gemía el rey.
—La princesa está triste... ¿qué tendrá la princesa? —susurraban los servidores.
—Los suspiros se escapan de su boca de fresa... —entonaban los cantautores palaciegos.

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