domingo, 10 de octubre de 2010

Miguel Hernández (1910 – 2010). La sombra vencida


En estos días la Biblioteca Nacional ha inaugurado una exposición en la que se muestran los cuatro cuentos que Miguel escribió a su hijo Manuel Miguel, Manolillo, como a él le gustaba llamarlo.
La exposición recoge su trayectoria; en ella se encuentran manuscritos, fotografías, cartas, pintura, documentos, publicaciones , esculturas, y además objetos personales del artista cedidos por varias instituciones públicas, y aportaciones de la familia.
El poeta estaba pasándolo realmente mal en la enfermería del Reformatorio de Alicante. Los pulmones ya los tenía llenos de pus; y él sabía que no le quedaba mucho. Su pulmonía lo sumía en un estado de ánimo abatido, casi sin esperanza. Para reconfortarse necesitaba entrar en el ámbito del amor hacia su Josefina y su Manolillo, su mujer y su hijo.
A Josefina le había dedicado los poemas de la primera parte de Cancionero y romancero de ausencias cuando salió de la cárcel de Madrid, en el que expresaba sus sentimientos con poemas como "Después del amor" o "Todo está lleno de ti".
Pese a su salud y a la escasez de medios, Miguel aguzó el ingenio y creyó que era buen material para escribirle historias a su hijo el papel higiénico que le daban en el centro. Fueron en total cuatro cuentos. Los que ahora ven la luz a través de esta exposición son Un hogar en el árbol y La gatita mancha y el ovillo rojo. Se trata de una edición facsímil de hojas de papel higiénico de 19 por 12 centímetros cosidas con un hilo ocre.
Los que ya se habían publicado son El potro oscuro y El conejito. Eusebio Oca fue quien los ilustró y los sacó de la cárcel en el año 43 cuando fue puesto en libertad y Miguel ya había fallecido.
La temática de todos ellos es la libertad, o más bien, su preocupación por explicarle a Manolillo lo que era la libertad.
Miguel Hernández llegó a utilizar la tapadera de la lechera en la que Josefina le enviaba leche a la cárcel para mandar cartas a sus amigos Aleixandre y Pablo Neruda. Por eso no resulta demasiado extraño que se valiera del papel de váter para escribirle cuentos a su hijo. La palabra era lo único que podía hacerlo libre. ¡Qué más daba qué tipo de papel se usara si servía de amplificador de las ideas!

2 comentarios:

Virginia dijo...

Gracias por traer siempre noticias tan interesantes, Manolo. Esta entrada me parece preciosa. El cuento de Oscar Wilde también es una joya. Además, escribes muy bien.

Por cierto, me gusta el nuevo look de tu blog. ¿Te daba guerra la plantilla anterior o necesitaba un cambio?

Saludos

Virginia

Manuel López dijo...

No, lo que ocurre es que los ojos se cansan de ver siempre los mismos tonos de color y necesitan cambiar.
Gracias por seguir mis humildes entradas.
Por cierto, tu blog no está nada mal.
Saludos