jueves, 14 de octubre de 2010

Oscar Wilde: El hombre que contaba historias

La literatura se alimenta de la imaginación, de la fantasía, porque quiere huir de la realidad. Lo que no existe puede ser creado en la cabeza de un escritor, que, con aires de visionario, se convierte en hacedor. Eso es lo que atrae a los lectores y los engancha a la palabra, sea oral o escrita. Cuando lo imaginado se hace patente, pierde su esencia. Ya lo decía Bécquer: mientras haya un misterio para el hombre/habrá poesía. Ese misterio que encandila a las masas es la base que sustenta la creación a través de la palabra.



Había una vez un hombre muy querido de su pueblo porque contaba historias. Todas las mañanas salía del pueblo y, cuando volvía por las noches, todos los trabajadores del pueblo, tras haber bregado todo el día, se reunían a su alrededor y le decían: 

-Vamos, cuenta, ¿Qué has visto hoy? 


Él explicaba: 

-He visto en el bosque a un fauno que tenía una flauta y que obligaba a danzar a un corro de silvanos. 

-Sigue contando, ¿qué más has visto? -decían los hombres. 

-Al llegar a la orilla del mar he visto, al filo de las olas, a tres sirenas que peinaban sus verdes cabellos con un peine de oro. 

Y los hombres lo apreciaban porque les contaba historias. 

Una mañana dejó su pueblo, como todas las mañanas... Mas al llegar a la orilla del mar, he aquí que vio a tres sirenas, tres sirenas que, al filo de las olas, peinaban sus cabellos verdes con un peine de oro. Y, como continuara su paseo, en llegando cerca del bosque, vio a un fauno que tañía su flauta y a un corro de silvanos... Aquella noche, cuando regresó a su pueblo y, como los otros días, le preguntaron: 

-Vamos, cuenta: ¿qué has visto? 

Él respondió: 

-No he visto nada.

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